AARON SWARTZ: EL PIBE QUE QUISO SOCIALIZAR EL CONOCIMIENTO

POR ACOPLANDO

aaron swartz

Aaron Swartz, fue mucho más que un genio en Informática. Luchó (y se la jugó) por el acceso libre y gratuito a la información. Lo detuvieron en 2011 por fraude electrónico e informático. Se suicidó a los 26 años en medio del juicio.

Aaron Swartz nació el 8 de noviembre de 1986 en Highland Park, una pequeña ciudad de clase alta a unos 30 kilómetros al norte de Chicago, y se suicidó el 11 de enero del 2013, en Brooklyn, uno de los barrios de New York.

Si bien su historia no es muy conocida, fue perseguido por el gobierno de Estados Unidos antes que Edward Snowden y Julian Assange.

Swartz trabajó en la creación de las RSS y el Creative Commons, fue cofundador de la famosísima Reddit y a los 19 años ya era millonario.

Cuando estudiaba en la Universidad de Harvard, usó su acceso de estudiante al sistema de JSTOR, una editorial de ensayos académicos, para bajar cuatro millones de artículos y distribuirlos gratis en internet.

Es hora de salir a la luz y, en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública”, pedía.

Aaron Swartz, de niño: un prodigio que quiso socializar el conocimiento.

Su pelea por la democratización de la información, lo llevó a la cárcel en 2011. ¿El delito? Descargar archivos de la biblioteca digital del MIT (el Instituto de Tecnología de Massachusetts) para que cualquier persona pueda leerlos sin tener que pagar por ello. “Compartir no es inmoral, es un imperativo moral”, decía.

El FBI y los fiscales federales le pusieron una pena de 35 años de prisión. No llegó a ser condenado porque, en enero de 2013, se quitó la vida en un pequeño departamento de Brooklyn, donde vivía.

El chico de internet. El documental que cuenta su historia.

Sus ideas quedaron inmortalizadas en un manifiesto que publicó en 2008 bajo el título: Guerilla Open Access (“La Guerrilla por el Acceso Gratuito”)

La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren quedárselo para sí mismos. Todo el patrimonio científico y cultural del mundo, publicado durante siglos en libros y revistas, está siendo cada vez más digitalizado y guardado por un puñado de empresas privadas.

¿Quiere leer los artículos que presentan los resultados más famosos de las ciencias?Deberá enviar cantidades enormes a editores como Reed Elsevier (4). Hay quienes luchan/luchamos por cambiar esto. El Movimiento de Acceso Abierto ha luchado valientemente para garantizar que los científicos no firmen sus derechos de autor, sino que se aseguren de que su trabajo se publique en Internet, en condiciones que permitan a cualquiera acceder a él.

Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo solo se aplicará a lo que se publique en el futuro. Todo (lo publicado) hasta ahora se habrá perdido. Ese es un precio demasiado alto a pagar.

– ¿Obligar a los académicos a pagar dinero para leer el trabajo de sus colegas?

– ¿Escaneando bibliotecas enteras pero solo permitiendo que la gente de Google las lea?– ¿Proporcionar artículos científicos a los de las universidades de élite del Primer Mundo, pero no a los niños del Sur Global?

Es indignante e inaceptable. ‘Estoy de acuerdo’, dicen muchos, ‘pero ¿qué podemos hacer? Las empresas poseen los derechos de autor, ganan enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso, y es perfectamente legal; no hay nada que podamos hacer para detenerlos’.

Sin embargo, hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: podemos contraatacar.

A aquellas personas con acceso a estos recursos (estudiantes, bibliotecarios, científicos) se les ha otorgado un privilegio. Si tú eres uno de ellos, tú tienes la oportunidad de alimentarte en este banquete de conocimiento mientras para el resto del mundo está bloqueado.

Pero no necesitas -de hecho, moralmente, no podrías- conservar este privilegio para vos mismo, únicamente para vos. Tienes el deber de compartirlo con el mundo. Lo que tienes que hacer es: intercambiar contraseñas con colegas, completar solicitudes de descarga para amigos.

Mientras tanto, los que han sido excluidos no deben quedarse de brazos cruzados. Hasta aquí, han estado escabulléndose por los agujeros y trepando vallas, liberando la información encerrada por los editores y compartiéndola con sus amigos. Pero toda esta acción transcurre en la oscuridad, escondida bajo tierra. Se llama robo o piratería, como si compartir una gran cantidad de conocimientos fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral, es un imperativo moral. Solo aquellos cegados por la codicia se negarían a permitir que un amigo hiciera una copia. Las grandes corporaciones, por supuesto, ellas están cegadas por la codicia.

Las leyes bajo las cuales operan así lo exigen: sus accionistas se rebelarían por algo mucho menor que esto. Y los políticos han sido comprados, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.

No hay justicia en seguir leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública. Necesitamos acceder a la información, esté almacenada donde sea, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que no tienen derechos de autor y agregarlas al archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar revistas científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos luchar por Guerrilla Open Access.

Con suficientes de nosotros en todo el mundo, no solo enviaremos un mensaje contundente en contra de la privatización del conocimiento, sino que lo convertiremos en una cosa del pasado. ¿No te querés sumar?”  

Aaron Swartz, julio de 2008, Eremo, Italia.

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