MI EXPERIENCIA EN VENEZUELA (PARTE 2)

POR CLAUDIO SFARA, CONDUCTOR DEL PREMETRO, SEC. DE ACCIÓN SOCIAL AGTSYP.

Relato sobre mi experiencia como veedor en las elecciones presidenciales venezolanas. Si no leíste la primera parte, te invito a hacerlo en el siguiente link.

Un Encuentro en la Feria: La Historia de Rosalía

Me acerqué a un gigantesco galpón similar a “La Salada” y comencé a recorrer los pasillos de la feria, repletos de puestos de diversos rubros. Intrigado por el origen de este lugar, me encontré con Rosalía, una mujer de 61 años y ferviente chavista, quien compartió su historia.

Rosalía me contó que hace 24 años comenzó vendiendo prendas con la bandera venezolana. Se mostraba agradecida por la visita de extranjeros que recorrían la feria y estaba encantada de ser entrevistada. Antes de establecer su puesto, trabajaba como empleada doméstica. Fue durante el gobierno de Chávez que se le brindó la oportunidad de tener su propio emprendimiento, un cambio que valoraba profundamente.

“Esta feria nos la regaló Chávez”, afirmó entusiasmada, y destacó que Maduro permitió que siguieran trabajando. A pesar de las dificultades económicas, Rosalía se mostraba optimista, convencida de que, con esfuerzo, podría salir adelante. “Voy a votar por Maduro”, expresó, dejando en claro su firme deseo de defender a su país ante lo que consideraba bloqueos mediáticos.

Su historia es un testimonio del impacto que la política ha tenido en la vida de muchos venezolanos, transformando no solo su situación económica, sino también su sentido de identidad y pertenencia.

Llegó el día

El domingo 28 de septiembre se llevaron a cabo las elecciones en Venezuela, donde la participación del pueblo fue notable, con largas colas para ejercer su derecho al voto. El proceso se desarrolló de manera ágil, tomando entre tres y cuatro minutos por persona. Los votantes utilizaban máquinas que mostraban imágenes de los candidatos, y al finalizar, recibían un ticket que garantizaba la autenticidad de su voto, evitando la posibilidad de sufragios duplicados.

Posteriormente, nos dirigimos al Palacio de Miraflores para presenciar el anuncio de los resultados tras el escrutinio del 80% de las urnas. El ambiente era festivo: la gente bailaba y celebraba, con las gradas llenas y las calles abarrotadas. Los asistentes se abrazaban, expresando frases como: “¡gracias, viva la democracia!” y “¡ganó mi gallo, Nico!”, al ritmo de la salsa y otros ritmos tropicales, mientras llegaban en caravanas para escuchar el discurso triunfal de Nicolás Maduro.

Caos y Espera

Al día siguiente de las elecciones, tuvimos que partir hacia el aeropuerto. Al llegar, nos encontramos con que la oposición había activado protestas, organizando grupos de guarimbas que, aunque menos violentas que las de 2013-2014, lanzaron piedras, incendiaron contenedores y bloqueaban el acceso a la autopista. Estos disturbios nos impidieron llegar a tiempo y perdimos nuestro vuelo. La situación se tornó incierta cuando un micro que transportaba a los observadores internacionales fue atacado.

La oposición intentó opacar el triunfo de Maduro mediante desmanes en las calles, bloqueando el paso de los vehículos. Nos encontramos atrapados en medio de la violencia hasta que la guardia nos escoltó de regreso al hotel. En la madrugada del martes, recibimos noticias sobre un nuevo vuelo, pero al llegar al aeropuerto, las aerolíneas como Copa y Latam habían cancelado sus operaciones. Estábamos a solo 30 kilómetros de Caracas, varados y sin saber cuándo podríamos regresar a casa. Finalmente, nos trasladaron a un hotel en La Guaira, donde pasamos más de 30 horas esperando.

Encuentros en La Guaira:

Durante nuestra estadía, tuve la oportunidad de conversar con Pedro, un albañil y pescador que se acercaba a la orilla del mar Caribe para trabajar y luego intercambiar su pesca por otros productos. Pedro, un ferviente chavista, estaba molesto por los disturbios que obstaculizaban su rutina diaria. Aunque había un toque de queda, la situación se normalizó al día siguiente. Mi familia, preocupada por mi seguridad, me enviaba videos de la cobertura mediática en Argentina, que distaba mucho de la realidad que estábamos viviendo.

El siguiente día, decidí explorar los alrededores del hotel. Encontré un centro comercial con carnicerías, panaderías y motos de alquiler. Allí conocí a Adriana, una venezolana que había regresado de Argentina con su pareja e hijos. Nos contó que habían vivido en Santa Fe y que, tras el aumento desmedido de los alquileres tras la llegada de Javier Milei, decidieron volver a su país. Ahora, en La Guaira, estaban desarrollando un emprendimiento turístico, ofreciendo a visitantes de todo el mundo la oportunidad de conocer Venezuela a precios accesibles.

A pesar de las adversidades, Adriana y su familia estaban entusiasmados con su nuevo proyecto, buscando alternativas para que los turistas no tuvieran que alojarse en hoteles de lujo. Como sindicalista involucrado en el sector turístico, compartí con ellos mi interés por el desarrollo social y el apoyo a emprendedores locales, intercambiando contactos valiosos en el proceso.

Finalmente, el jueves recibimos la notificación de que podíamos regresar a casa, pero no sin una profunda reflexión sobre el pueblo venezolano. Observé su lucha por defender el legado de Bolívar y Chávez, y la tristeza que provoca el bloqueo de Estados Unidos, la Unión Europea y otros países, que obstaculizan su comercio y desarrollo.

Al llegar a Argentina, me enfrenté a una cobertura periodística local decepcionante, que no reflejaba la realidad que viví. Es desalentador ver cómo se ignoran las ansias de libertad y democracia de los venezolanos, así como su firme deseo de proteger sus recursos naturales. La injusticia del bloqueo es palpable, y espero que algún día puedan superar estas dificultades y avanzar hacia un futuro mejor.

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