ENTRE CARTAS, MATERNIDAD, FÚTBOL Y TERNURA.

Por Van Commisso, Principal de Estaciones Línea E.

Van Commisso, Principal de Estaciones Línea E.

“Querido Gino, cartas para amar el fútbol, de una madre a un hijo” es el tercer libro de la periodista deportiva Ayelén Pujol.

Las cartas siempre me fascinaron, hace un tiempo vengo investigando cómo surgieron, de donde vienen y también muchas veces hacia dónde van. Es un gesto delicado, amable y de los más profundos para expresarnos desde cada rincón de esta humanidad, que está invadida principalmente por las redes sociales y por un espejismo que poco se parece a lo que queremos para nosotres y quienes nos rodean.

Cuando me enteré de la existencia de este libro, lo primero que pensé fue cómo las cartas pueden ser un juego que viaje en el tiempo, que sea una herramienta que se va trasladando y mutando de generación en generación, que sea algo que podamos palpar con los dedos y atraviese miles de miradas. Que hoy le puedas contar a tu bebé a través de ese papel y el día de mañana pueda leer esa historia, que es también su historia.
“Querido Gino” es un libro sincero, honesto en cuanto a los parámetros que se esperan de las personas gestantes, a la perfección tan publicitada de la maternidad, a lo que se supone que se debe sentir, hacer y ser en ese lugar, atravesado por todos esos mandatos, vivenciándolos y también construyendo desde ese y otros lugares.


La historia está entremezclada constantemente con el fútbol “El mejor deporte del planeta es nuestra excusa para ser felices. Es el minúsculo espacio que elegimos para recluirnos a sentir, a corazón abierto, en un mundo que la mayoría de las veces te obliga a guardar emociones. En este huequito con pelota, por televisión o en la cancha, jugando o mirando, logrando sonreír, incluso cuando todo tira para abajo”, así le cuenta Ayelén a Gino en el libro, reflejando a flor de piel las sensaciones que genera vivir en un país campeón del mundo, en el que ese bebé tan pequeño ya estaba de este lado de la piel para ser abrazado por su vieja y su viejo, rodeado por las historias de unes viejes que luchan por un mundo más justo.


Son páginas plagadas de ternura, amor y las contradicciones que estos sentimientos generan, de los miedos, de animarse, de intentarlo, equivocarse y seguir andando, pero siempre teniendo un ratito (de esos que seguramente en la maternidad sean impensados) para escribir y seguir narrando una historia entre cartas.

Es un libro en el que descubrí que muchas veces en el caos mismo que significa vivir en un mundo donde imperan el individualismo, y las expresiones de este sistema más rancias, dolorosas y desmemoriadas, se puede seguir construyendo un futuro plagado de esperanza. Una esperanza que es, sin dudas, colectiva.

Les aconsejo que este verano, además de no perder de vista que los derechos y la calle nunca se resignan, lean este libro y podamos pensar ¿Qué lugar ocupan las cartas en nuestras vidas? ¿Qué sería de nosotres sin las cartas? ¿Las escribimos o las recibimos alguna vez? ¿Para quién o de parte de quién?

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