MATERIALES PARA UNA MÁQUINA

POR KIKE FERRARI

Me dicen escribí la reseña de un libro. Y pienso: fácil, el mejor libro que se publicó en esta ciudad. Materiales para una pesadilla,de Juan Mattio, salió en la colección Negro Absoluto en 2021 y ganó el premio Medifé del año siguiente. Trabaja sobre el cyberpunk, la tradición argentina de la literatura política. Un libro que cuenta una realidad extraña y oscura y que apareció entre el final de la pandemia y la irrupción de Milei. Para mejor, conozco el proyecto desde su génesis. ¿Qué puede fallar?

 Acá vamos, me digo. Pero claro, como suele pasar, lo que a priori parecía una ventaja ahora me frena. La pregunta sería: ¿Cómo se lee un libro en el que resuenan otros libros que no fueron?

Seguí el proceso de escritura de Materiales para una pesadilla bastante de cerca. Juan es, además de uno de los mejores escritores de este país, mi socio, mi compañero, un gran, gran, gran amigo. Entonces, como hacemos desde hace quince años con los textos del otro, leí versiones y fragmentos de versiones. Charlé y discutí con él a medida que nuestras poéticas se acercaban y se distanciaban y ese dispositivo biotecnológico que es Materiales crecía y se transformaba y renacía y volvía a modificarse. Y a la hora de leer el libro terminado, el resultado final, como un Aleph maquínico, parece contener a todo eso.

Cada versión. O mejor: los ecos, los fantasmas de lo que no fue, lo que se perdió en cada versión borrada. Porque en esta novela, parafraseando a Deleuze y Guatari, la máquina –llamala Hermes, Treffen, Die Toteninsel – no es una metáfora. No es tema. O no sólo eso. El texto es una máquina en sí mismo.

Pero, ¿de qué trata Materiales?

Del lenguaje, de sus usos, de sus imposibilidades y del origen virósico que va a signarlo.

¿De qué trata?

De dos máquinas –hechas de lenguaje– una en el pasado, una máquina para la muerte, otra en el futuro, construida sobre la muerte. Y de la máquina que las contiene.

¿De qué?

De la memoria y los relatos y la circulación de la memoria en los relatos y de aquello que el olvido tiene de imprescindible. Y de cómo todo eso está y deja de estar en el lenguaje.

Materiales para una pesadilla es la historia de Haruka y de la voz ciega y moribunda de Kathy, es la memoria y la desmemoria del narrador y la locura de su madre en un tiempo que puede ser el nuestro, es los murmullos del pasado en viejos cassettes que ya nadie escucha contando la historia de los escritores que construyeron un aparato para la represión más brutal. Pero es también Borges y los fragmentos de libros y citas –apócrifas y de las otras– y la lucidez del lenguaje de Beckett y la creatividad maquínica de Piglia y los paisajes desolados que nos trajo Ballard.

Juan Mattio, el autor pero también mi amigo, escribió una novela que es una cyber-mamushka que contiene las versiones que la precedieron –que oprimen como una pesadilla el núcleo narrativo de ésta– y las múltiples capas de (ir)realidad virtual que la construyen y desde la que nuestros muertos parecen hablarnos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *