CRÓNICA DE UNA PATRIA FUSILADA

POR ALEJANDRO COLLI, DELEGADO DE UTE Y PROFESOR DE HISTORIA.

En la calurosa noche del 18 de diciembre del ´56, el escritor y periodista Rodolfo Walsh, repetía su ritual de jugar ajedrez en el bar “Rivadavia” de la ciudad de La Plata.

Asumiendo que la velada ya invitaba al retiro, se apresuraba a beber lo que quedaba de una cerveza mientras agotaba el debate con su contendiente sobre las diferentes variantes que pudieron haber cambiado el destino de su derrota en aquella última partida.

Fue en ese momento que el otro hombre, su oponente, aún frente a las piezas diseminadas sobre un gastado tablero, le dijo en voz baja una frase que iba a cambiar, ahora y para siempre, su propio destino:

Hay un fusilado que vive-.

Walsh emprendió su retiro del bar en silencio, en un vano intento de apagar rápidamente de su mente una historia que ya, definitivamente, lo había atrapado y no volvería a soltarlo.

Meses antes, el sábado 9 de junio de 1956, el Movimiento de Recuperación Nacional, un grupo de generales y civiles leales a Perón al mando de Juan José Valle y Raúl Tanco, iniciaban la rebelión armada peronista contra la dictadura de Aramburu e Isaac Rojas. El levantamiento era rápidamente sofocado.

Esa noche, detuvieron a doce civiles en una casa de la localidad de Villa Adelina, antes de la medianoche. Durante la madrugada, los doce detenidos fueron trasladados en un camión celular y ejecutados en los “basurales” de José León Suárez.

Por su parte, el general Valle, se entregó el 12 de junio y fue ejecutado esa misma noche en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad, ubicada en aquel entonces en el actual Parque Las Heras. Antes de su ejecución escribió una carta a Aramburu en la que, con lucidez, sentenció: “dentro de pocas horas, tendrá el gusto de haberme asesinado. Con fusilarme a mí bastaba, pero no, han querido Uds. escarmentar al pueblo…” .

Operación Masacre” es la novela que inaugura el género “no ficción”, en la que Rodolfo Walsh recupera con agudeza periodística los sucesos de aquella noche de junio.

Operacion masacre

Es una novela en la cual el periodista desnuda el velo del relato oficial poniendo la verdad en evidencia: Los levantamientos y las detenciones de los sublevados de aquella noche, se produjeron antes de que entrara en vigencia la Ley Marcial por el decreto de Aramburu, por lo que esas ejecuciones de pena capital, carecían de toda legalidad.

Juan Carlos Livraga, “el fusilado que vive”, será uno de los siete sobrevivientes de aquellas ejecuciones en los basurales de José León Suárez.

Juan Carlos Livraga, sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez, recibido por Néstor Kirchner en la Casa Rosada.

Un fusilado, desaparecido, “resucitado”, que, con el rostro destrozado por 3 balazos, interpelará a un hombre que jugaba ajedrez por las noches y que a partir de ese momento decidirá dedicarse de lleno a sacar de las sombras esa historia.

Rodolfo Walsh pasará a llamarse “Francisco Freire” y se mudará a una casa en el Tigre, para poder reconstruir y narrar con rigor de verdad su novela- testimonio que saldrá a la luz a finales de 1957 y que adquirirá, a partir de ese momento, tal relevancia documental y política que llevará a Osvaldo Bayer a decir, en uno de los prólogos de reediciones posteriores: “Operación Masacre es el prólogo de la tragedia que vendrá después, Aramburu y Rojas serán el prólogo de Videla y Massera…”.

Rodolfo Walsh, el militante Montonero, el escritor-periodista, entrevistador privilegiado de aquel “fusilado que vive”, se convertirá en el fusilado, asesinado a balazos por el terrorismo de Estado el 25 de marzo de 1977, un día después de su reconocida “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, la última labor documental de un hombre que había asumido una noche, veintiún años atrás, su compromiso con la verdad y la lucha.


La noche del 24 de mayo de 1973, cuatro presos políticos se reúnen para realizar una entrevista en una celda de la cárcel de Devoto: Están en la víspera de la asunción presidencial del “Tío” Héctor Cámpora, quien ese 25 de mayo liberaría a todos los presos políticos que, años de autoritarismo, proscripción y represión habían encarcelado, pero no habían logrado derrotar.

La Patria Fusilada” es el libro que nace de aquella entrevista que Francisco Paco Urondo, escritor, periodista y militante, le realiza a María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps, y Ricardo René Haidar, sobrevivientes de la “Masacre de Trelew”.

La patria fusilada

Esa masacre, significó el fusilamiento de un grupo de presos políticos, militantes de Montoneros, ERP y FAR, que habían realizado una fuga del penal de Rawson con el intento de llegar Chile, que por entonces vivía su primera y única experiencia de gobierno socialista de la mano de Salvador Allende.

Los diecinueve militantes que no lograron abordar el avión que los llevaría a Chile, se entregaron a las autoridades y fueron trasladados a la base Aeronaval “Almirante Zar”, donde la madrugada del 22 de agosto de 1972, fueron fusilados y ametrallados allí mismo.

Francisco Paco Urondo, el militante, el periodista y poeta que empuñó un arma buscando “la palabra justa”, fue asesinado en Mendoza, perseguido, ametrallado y muerto a culatazos por el terrorismo de Estado, el 17 de junio de 1976.

Paco Urondo

La escritura testimonial de Walsh y Urondo narra, de alguna manera, a los fusilados que esa oligarquía despojadora del Pueblo ha ejecutado históricamente arrogándose hacerlo en “nombre de la patria”.

Son los fusilados de los basurales de José León Suarez del ´56, que se levantaron contra una “Revolución libertadora” que un año antes había llenado de bombas y cuerpos mutilados la Plaza de Mayo.

Son los masacrados del Trelew de 1972.

Es Dorrego, el “padre de los pobres”, que aquel diciembre de 1828 es ejecutado cobardemente por Lavalle, aunque su caída en desgracia venía siendo anticipada por una prensa Unitaria que sin descanso agitaba e instigaba día a día, desde tintas que ya por entonces comenzaban a cargarse de muerte. O son las luchas de las montoneras Federales, con la cabeza del “Chacho” Peñaloza colgada y exhibida en una plaza de Olta como trofeo de guerra, pero también como escarmiento, para que el pueblo viera y entendiera que la patria se hacía con unos pocos, que no debían “ahorrar sangre de gauchos e indios” para que la “civilización” se imponga sobre la “barbarie”.

O los fusilados de la Patagonia en 1921, esos mil quinientos obreros “apátridas” que fueron a la huelga queriendo imponer un pliego de condiciones de trabajo en las estancias del sur. Un pliego que, por modesto que pareciera, no podría tolerarse en aquellos confines donde los estancieros y la lana de oveja venían “engrandeciendo la patria” desde los tiempos de la “Conquista del desierto”.

Esa gran empresa fusiladora que logró sacarse de encima el “problema del indio” de una buena vez y para siempre, y donde catorce mil indios muertos no representaron un costo demasiado alto para la oligarquía “civilizatoria”.

O son los muertos que vendrán después, como diría Osvaldo Bayer en el prólogo de la reedición del libro de Walsh, los 30.000 que serán Desaparecidos porque, según expresó Videla a María Seoane y Vicente Muleiro en el libro “El Dictador”: “No, no se podía fusilar, pongamos un número, pongamos unos cinco mil (…) la sociedad argentina no se hubiera bancado los FUSILAMIENTOS…”.

Bibliografía:

Walsh, Rodolfo. [1957] Operación Masacre. Buenos Aires: Ediciones de la Flor. 2005

Urondo, Francisco Paco. [1973] La Patria Fusilada. Madrid: Libros del Náufrago. 2011

Seoane, María; Muleiro, Vicente El Dictador. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. 2016

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