ENTREVISTA. Alejandro Bercovich: El canje de la deuda muestra al gobierno resolviendo problemas
El presidente Alberto Fernández llegó al Gobierno afirmando que no iba a pagar la deuda externa con el hambre del pueblo argentino.
El ministro de Economía Martín Guzmán declaró a quien quisiera escucharlo, que la deuda contraída en su mayoría por el Gobierno de Mauricio Macri era “insostenible”.
Finalmente, la negociación con los acreedores de la deuda se cerró con un acuerdo. El canje de bonos emitidos bajo ley extranjera cerró hoy, viernes 28 de agosto de 2020, con una adhesión mayoritaria.
¿Qué se ganó? ¿Qué se perdió? ¿Cuáles eran las alternativas? Buscando respuestas, Acoplando entrevistó al economista y periodista Alejandro Bercovich .
Para empezar, en la opinión del perodista, el Gobierno logró una renegociación exitosa, pero duda de que ese éxito haya sido leído así por la población en general. Según Bercovich el acuerdo logra despejar el horizonte porque posterga los pagos de la deuda hasta el año 2024 y, aunque falta la negociación con el FMI (que será tensa), el acuerdo otorga previsibilidad y permite al Gobierno “desplegar sus políticas y solucionar problemas, que es para lo que lo votamos”. Acá los detalles del diálogo:
-¿Cuánto dinero recibirán finalmente los acreedores extranjeros?
-Los acreedores extranjeros aceptaron una quita en valor presente bastante menor a la que proponía el Gobierno en un principio, pero de todas manera bastante significativa: casi 55 centavos por dólar. Esto va a pagar la Argentina en valor presente de toda esa deuda de casi 66 mil millones de dólares . El ahorro es de unos 37 mil millones de dólares.
-Entonces puede leerse como un alivio de la situación.
– Eso es alivio en valor presente, aunque es un poco tramposo como cálculo, porque parte de la idea de que el Estado argentino iba a seguir pagando para siempre una tasa de interés del 10 por ciento en dólares anual, una tasa muy cara. En rigor, lo que consiguió Martín Guzmán fue un recorte muy fuerte en los intereses de acá a los próximos 20 años, pero casi nada de quita de capital. En cambio en 2005, por ejemplo, la gestión de Roberto Lavagna y de Néstor Kirchner había conseguido una quita de capital de más del 40 por ciento.
-¿Qué peso tuvo en el acuerdo el aval del FMI?
-El papel del Fondo Monetario Internacional fue importante porque respaldó a Martín Guzmán en la idea de que era insostenible la deuda heredada de Macri. El problema es que el FMI ahora quedó empoderado para la próxima negociación: el Gobierno le dio ese rol de árbitro ante los acreedores privados, pero no le pidió a cambio nada respecto de la deuda que reclamaba y son más de 44 mil millones de dólares, deuda que también dejó Macri y que ellos reclaman como acreedor privilegiado. Y esta deuda no acepta quita, por estatuto.
-¿Se podría decir que el Gobierno “ganó” al poder cerrar este acuerdo?
-Sí, el Gobierno de Alberto Fernández se benefició porque dejó despejado su horizonte financiero respecto de lo que había recibido. Despejado, pero no necesariamente asegurado el pago porque, como decíamos, falta la parte del FMI. También se beneficiaron los capitales mercadointernistas de Argentina, porque un esfuerzo fiscal menor hace que la Argentina vaya a crecer más y entonces se vaya a producir más y vender más. Esto puede o no derramar en los trabajadores, todo depende de la política que despliegue el Gobierno en otros ámbitos, especialmente en el laboral.
-Guzmán fue a negociar con una idea, ¿logró sostenerla?
-Guzmán pudo imponer su idea de la “sostenibilidad”, que era el criterio con el que quería que se rigiera esta discusión. Pero no pudo imponer su quita inicial que era audaz en los intereses, más audáz de lo que terminó siendo y que incluía además una rebaja del capital. Lo que nunca evaluó Guzmán fue dicutir la legitimidad de origen de esta deuda. Esta se remonta a la dictadura, por supuesto, pero incluye un episodio sobre el endeudamiento del Gobierno de Macri. Desde el principio, Guzmán aseguró que eso no iba a ocurrir, y Alberto Fernández se lo hizo saber a empresarios grandes que tenían esa inquietud debido a que tenían parte de su excedente fuera del país depositado en dólares y en bonos argentinos.
-¿Es un triunfo político de Alberto Fernández?
-Que se haya cerrado la renegociación mucho más rápido que otras, incluso que aquella del año 2005, que tardó casi un año, es un triunfo político del presidente Alberto Fernández. Ahora, no sé hasta qué punto sea redituable en términos electorales porque no está claro si la gente lo leyó así. Por supuesto le sirvió para agitar a la militancia, para gritar un gol que pedía la hinchada desde el principio del Gobierno y para mostrarse al frente en la resolución de problemas, que es en definitiva para lo que lo votamos.
-¿Cómo cree que será la negociación de la deuda con el Fondo?
-Muy tensa, porque el FMI se niega a aceptar su corresponsabilidad en la crisis, algo que incluso algunos macristas señalan y comparten que existió. Nicolás Dujovne, Federico Sturzenegger, y de a ratos también Caputo, fueron todos más fondistas que el propio Fondo. Macri, por supuesto, también. Acudir al Fondo es algo que ya hicieron gobiernos europeos para decir “el Fondo Monetario me exige determinada política” y en realidad eran políticas que los gobiernos querían impulsar. El Fondo no va a aceptar que fue instrumento de eso, que el último préstamo que le dio a Macri tuvo fines electorales y de injerencia política en asuntos internos de un país miembro. Cosa que es intolerable desde el punto de vista de la soberanía. Todo esto dificulta que se dé una discusión favorable para la Argentina.
-Un panorama difícil…
-Por supuesto el Gobierno todavía está a tiempo de llamar a la población a movilizarse y denunciar el carácter político e imperialista que tiene la intervención del FMI (y las razones por las que Macri le abrió las puertas durante su gobierno). La ocasión de discutirlo es ahora. Ahora está todo dado para que se discuta, y la movilización popular puede inclinar una negociación en las alturas que establezca el Gobierno apelando a la diplomacia y a los contactos inteligentes con el G7. Pero esa movilización popular no se puede sustituir, porque el límite de la rosca en las alturas lo pone la diferencia de poder entre los países que mandan y los que quieren que les obedezcamos.