LA ALEGRÍA, EL CARNAVAL Y LA REFLEXIÓN

POR SEBASTIÁN CIRONE, PEÓN DE LA LÍNEA C Y GISELA COMMISSO, AUXILIAR DE LA LÍNEA E.

Messi

Después de 28 años, Argentina salió campeón de la Copa América. Se dio en el marco de una pandemia que nos tiene hace ya más de un año y medio en una profunda crisis.

Fue en el Maracaná, dónde logramos la victoria ante Brasil el sábado pasado.

Necesitábamos una alegría, todes la necesitábamos. Les más viejes que ya habíamos vivido a la selección campeona de América en el año 1993, paso mucho tiempo de ese enorme momento.

Y para les más jóvenes que nunca la habían visto, o que eran muy chiques como para tener conciencia del significado, hoy pueden ver y sentir esa alegría.

Existía una generación que le corría como cierta frustración por el cuerpo por cada final perdida.

Pero fundamentalmente él necesitaba una alegría. Ese pibe que iba a jugar a la pelota de la mano de su abuela. Ese que se fue del país con 14 años y una enfermedad en su cuerpo. Ese que se pinchaba las piernas con agujas para poder crecer y jugar profesionalmente. Ese que de la nada pasó a tener un montón de privilegios pero nunca se olvidó de dónde nació y siempre quiso jugar para su país.

El tuvo la paciencia necesaria para seguir intentando aunque no todo le salía como esperaba. Esa paciencia que no tuvimos muches de nosotres con él, que siempre le exigía más y quizás caíamos en esas malditas comparaciones con D10S.

Hoy, aunque la emoción sigue en pie, la emoción por esta selección que tiene un gran líder. Nos permitimos reflexionar un poco al respecto: ¿Estamos transitando nuevos horizontes de la mano de Messi?

Este líder varón, dulce, tierno, compañero, humilde. ¿Marcará un antes y un después? Un horizonte distinto? Un líder que cuando finaliza el partido llama a su compañera y a sus hijos en el medio del campo de juego y no tiene vergüenza de ser un padre dulce y un esposo cariñoso.

El que frena a sus compañeros cuando comienzan el cántico “Brasilero, Brasilero…”. El que al terminar de jugar se funde en un abrazo con su rival, Neymar, y cuando vuelve al vestuario se queda sentado con él como cuándo terminabas el fulbito en el barrio y compartías una coca.

¿Puede ser ese varón un líder para los demás? Solo debemos seguir preguntándonos, cuestionando los modos en los que nos criaron hasta para jugar.

La alegría es de nosotres y la reflexión también. El derecho a repensarnos es propio de estos tiempo. La alegría es del Pueblo y el deporte no se queda atrás de esto, como tampoco el deseo de seguir construyendo(nos) de manera amorosa y colectiva.

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