ITUZAINGÓ: UNA BATALLA DE ENORME SIGNIFICADO HISTÓRICO
POR ALEJANDRO C. TARRUELLA, PERIODISTA Y ESCRITOR
El fantasma de la Baring Brothers
El 20 de febrero de 2027, se celebrará el Bicentenario de la Batalla de Ituzaingó en la la que el país derrotaba al imperio de Brasil, y a la que la historia liberal rebaja en importancia. Previo a aquel 20 de febrero de 1827, cuando las Provincias Unidas se debatían entre las consecuencias del empréstito de la Baring Brothers, las desavenencias internas, José Artigas – traicionado por Buenos Aires y radicado en el Paraguay luego de su derrota ante el imperio de Pedro II-, dejaba un vacío en la provincia Oriental. Allí, Fructuoso Rivera, que había luchado junto a Artigas, se aliaba con sus enemigos iniciando una etapa oscura para la misma.
El conflicto puede ser situado en el carácter expansionista del Imperio de Pedro I y la situación política regional que se crea el 25 de agosto de 1825, cuando el Congreso de Florida, declaró la independencia de la Provincia Oriental del Brasil y su pertenencia a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Ese hecho daría pie al conflicto bélico que se registraría entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil que podría sintetizarse como el del imperio contra la república.
En esos días, el Ejército de Operaciones, unos 5.500 soldados, que operaba en la Banda Oriental, pasó a ser denominado “Ejército Republicano” y dirigido por José María de Alvear, había logrado un alto grado de eficiencia. Sus generales a cargo eran Miguel Estanislao Soler, el Manco José María Paz, Federico de Brandsen, Juan Galo Lavalle, Olavarria, Lucio N. Mansilla y Tomás Iriarte; Fray Luis Beltrán, el colaborador de San Martín, era el responsable del armamento. La mayor parte de esos oficiales habían peleado junto al general San Martín. Alvear, decidió a fines de 1826, no sitiar Colonia del Sacramento y Montevideo y fue hacia el noreste buscando al Imperio en su propio territorio, en medio de un calor sofocante.
Curiosamente, era el tiempo en que se registraban numerosos incendios de campos que se realizaban previo a las siembras lo cual, hacía que en la práctica, el único alimento de los soldados fuera la carne a la que se acompañaba con el mate. Alvear había planificado utilizar la sorpresa ante un ejército de diez mil hombres, al mando del Márquez de Barbacena. Su táctica consistía en llegar a Paraná y atacar allí para derrotar a una fuerza menor, y forzar la paz según sus condiciones. El peso de la estrategia, de todos modos, estaba en manos de sus generales pues no era muy ducho en las artes militares.
Ya en febrero, Lavalle obtuvo un triunfo y luego, Mansilla otro en Ombú el 15 de febrero donde Segundo Roca, padre del general Julio Argentino, atrapó la trompeta de un soldado del imperio y dio lugar a la carga que ayudó a ganar la batalla al Ejército Republicano. El 20 de febrero, los soldados de las Provincias Unidas, en territorio brasileño, trabajaban en procura de cruzar el río Santa María por el Paso del Rosario (razón por la cual en Brasil se denomina a Ituzaingó como Batalha do Passo do Rosário) fueron avistados por los hombres del Márquez de Barbacena, y se dispuso un retroceso para reacomodar a las fuerzas.
Un triunfo sin atenuantes
La batalla se inició a las 7 de la mañana con el ejército imperial desplegado en el campo pese a lo cual, la embestida de los republicanos fue contundente pues se venció al enemigo, se destruyó gran parte de sus tropa y se capturaron armas y trofeos. Según el Manco Paz, se trató de una batalla donde los generales optaron por seguir sus intuiciones. Ituzaingó, describiría en sus memorias, “puede llamarse la batalla de las desobediencias pues allí todos mandamos, todos combatimos y todos vencimos guiados por nuestras propias inspiraciones”. En abril y mayo, dos nuevas batallas acabaron con las pretensiones de Brasil, que iba por la reafirmación de la República Cisplatina, como se llamó a su etapa de pertenencia al imperio. Primero fue Paz que triunfó el Camacuá y luego Lavalle malherido lo hacía en Yerbal, donde sería reemplazado por Olavarría.
En la batalla fue capturado el mercenario Augusto Bullrich, nativo de Hannover, Alemania, que acabaría radicándose en el país. Su hijo, el militar y comerciante argentino, Adolfo Bullrich, fue el primer intendente de la ciudad de Buenos Aires. El tataranieto de Adolfo, es Esteban Bullrich, ministro de educación y deportes de la Nación, senador nacional, y diputado nacional del macrismo, mientras que su sobrina bisnieta, es Patricia Bullrich Pueyrredón Luro. Causualidades.
Lo cierto es que la oficialidad acabaría por enfrentarse con Alvear sobre quien había advertido San Martín a Tomás Guido: “Este joven (Alvear) ha declarado odio eterno a todos los jefes y oficiales que han pertenecido al Ejército de los Andes” quienes llevaron el peso de la acción de guerra en Ituzaingó. Fue así que en julio de 1827, Manuel Dorrego, encargado de las relaciones exteriores luego de la renuncia de Rivadavia, relevó a Alvear y nombró en su lugar al general Juan Antonio Lavalleja.
La herida de la entrega
Luego de obtenidas las victorias de Juncal (8 y 9 de febrero de 1827, e Ituzaingó, el presidente Rivadavia envió al ministro Manuel J. García, a hacer tratativas de paz con Brasil pero este, hombre que respondía al imperio, se entregó a la traición pese a estar en condiciones de exigir debido a los triunfos militares nacionales. El bloqueo naval brasileño perjudicaba al país aunque los gastos de la guerra afectaban al imperio. Rivadavia, preocupado por imponer su constitución unitaria, se despreocupaba por las ventajas nacionales pero la liga de gobernadores, que conducía el general cordobés, Juan Bautista Bustos se unió para acabar con su gobierno. Si bien las instrucciones oficiales indicaban que el imperio debía devolver la Banda Oriental, en mayo de 1827, firmó un tratado contra los intereses de su país, y reconoció a la Banda Oriental como posesión brasileña y dispuso que se debía pagar al Brasil una indemnización por daños de guerra a su marina. Rivadavia rechazó los acuerdos y la crisis lo llevó a la única salida que le quedaba, renunciar. Una vez más, ya que el pueblo y San Martín, el 8 de diciembre de 1812, tuvo que renunciar por su inclinación pro británica. En esta etapa, Baring Brothers no dejaba dudas.
En enero de 1828, lord Ponsomby dio a conocer su propuesta y Manuel Dorrego, gobernador a cargo de la política exterior, envió a Río de Janeiro a Tomás Guido y Juan Ramón Balcarce como emisarios. Fue en agosto de 1828, cuando se acordó una Convención Preliminar y así, la “Provincia Cisplatina” se transformaba en Estado libre e independiente lo cual se ratificó en octubre dando lugar a la balcanización del Virreinato del Río de
la Plata cuando Bolivia, era declarada estado independiente y Paraguay sostenía su neutralidad. Se cuenta en la historia que Artigas al enterarse del acuerdo, exclamó en su exilio paraguayo, “Ya no tengo más patria”.
Luego de la batalla de Caseros, los soldados del imperio de Brasil desfilaron en Buenos Aires como los mercenarios británicos. Las tropas de Pedro II se demoraron y no lo hicieron el 3 de febrero de 1853 para esperar el 20. Ese día conmemoraron su venganza de la batalla de Ituzaingó Después de “a Batalha de Monte-Caseros”, las tropas de Pedro II demoraron su desfile por las calles de Buenos Aires desde el día 3 hasta el 20 de febrero para poder celebrar así su venganza de su derrota histórica de la cuando se cumplían 25 años de la misma. El Marqués de Caxias, jefe de las tropas del imperio en Caseros, Caxias escribió en su parte de batalla dirigida al ministro de Guerra, Souza e Mello el 12 de febrero de 1852: “… Cúmpleme comunicar a V. E., para que lo haga llegar a S.M. el emperador, que la citada 1a. División, formando parte del Ejército Aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 20 de febrero de 1827”.
La historia argentina tiene hasta la fecha esa marca que indica que no se termina de resolver el péndulo que va de la tendencia liberal entreguista colonial y neocolonial, a la federalista por pugna por la unidad nacional en una mirada regional y continentalista, que se resume en la idea de “la Patria Grande”. Quizá sea necesario también releer algunos tramos históricos del país, como lo escrito por Juan Bautista Alberdi, de quien hay que recordar al menos parte del título del Capítulo XXVI de sus “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” que reza: “Todo gobierno nacional es imposible con la capital en Buenos Aires”. El libro se conoció hacia 1850 y parece no haber perdido vigencia.
[*] Alejandro C. Tarruella, es periodista y escritor, autor de “Guardia de Hierro. De Perón a Bergoglio”, “Historia Política de la Sociedad Rural”, “Historias secretas del peronismo”, “El Núcleo del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) en la Resistencia al Neoliberalismo” (con Víctor Carricarte) y la reciente novela, “Las muertes de Albornoz”.