COMPAÑEROS DEL SUBTE Y PREMETRO CON MILAGRO
POR KIKE FERRARI, PEÓN LÍNEA B
El jueves pasado, el día 2917 desde su detención, en la casa de La Plata –ciudad en la que está el hospital en el que están tratando la trombosis que afecta su pierna izquierda– donde cumple prisión domiciliaria desde octubre del año pasado, nos recibió Milagro Sala, en este momento –aunque sea un momento a punto de cumplir ocho años– presa política, pero siempre dirigente social, militante popular, compañera.
Poco después de las cuatro de la tarde, catorce compañeros y compañeras de todas las líneas del Subte y el Premetro, subimos, cargados de mates, termos, facturas, apoyo y solidaridad.
El viaje se hizo corto porque fuimos charlando de lo que pasa en cada sector, de las particularidades y las vicisitudes que se repiten en cada cuarto, cada estación, cada taller. Así, Buenos Aires se nos hizo autopista, la autopista ciudad de diagonales y, ya internados en ella, Villa Elvira.
Nos recibieron familiares y compañeras de Milagro, que nos esperaban con sillas y una mesa larga en el patio. Llenaron los termos y trajeron algunos platos.
No parecía que estuviéramos por charlar con una compañera a la que imputaron en trece causas armadas para sacarla de las calles y de la vida política jujeña, que lleva –ella y sus colaboradoras más cercanas– años de persecución y cárcel, durante los cuales sufrió la muerte de su marido –al funeral del cual no la dejaron asistir– y su hijo, y un profundo deterioro de su salud. Una compañera a la que ni siquiera le permitieron tramitar la jubilación para el día –que auguramos cercano– en que recupere la libertad. Por el contrario, todo tenía el aspecto de que habíamos ido a visitar a una tía que hacía mucho no veíamos.
Esta sensación se profundizó cuando llegó Milagro.
Nos besó uno por uno, nos agradeció un mate que le llevamos, intercambió unas palabras con el Tano –a quien ya conocía porque la fue a visitar más de una vez al penal Alto Comedero, en Jujuy–, hizo algún comentario sobre los mosquitos.
Se sumaron Pachila Cabana –que compartió militancia, persecución política y también celda con Milagro– y Carolina, otra compañera de la organización Tupac Amaru. Nos sentamos y, antes de que alguien cebara el primer mate, Milagro, sonriente, ya le daba sentido al encuentro: no estábamos visitando a una tía, estábamos ante una militante perseguida y criminalizada por el poder político. Una luchadora.
– Y ustedes, ¿qué piensan? ¿cómo la ven?
Milagro pregunta antes de hablar. Escucha, opina, debate. Sonríe. Y la visita se va transformando ante nuestros ojos en una pequeña asamblea popular.
Pensamos con ella la coyuntura política y social, algunas alternativas para enfrentar la avanzada reaccionaria y de ajuste del nuevo gobierno, para recuperar las posiciones perdidas, hablamos del paro del 24, de nuestros errores y aciertos. Hubo lugar para acuerdos y desacuerdos, para la crítica y la autocrítica –¿cómo llegamos hasta acá?– pero sobre todo, para imaginar con pasión estrategias a futuro. También, sobre el final del encuentro, encontramos tiempo para hablar de otra de sus grandes pasiones: su amado River Plate.
Finalmente nos despedimos con fotos, abrazos y promesas –que sabemos que cumpliremos– de un pronto reencuentro con una mujer de convicciones firmes pero al mismo tiempo capaz de escuchar y de reflexionar sobre lo que escucha. Una mujer decidida a seguir la lucha hasta el final. Volvimos a la camioneta, a la autopista, a la ciudad del Subte y el Premetro, un poco más fuertes, cargados de la energía inclaudicable de Milagro. Y esperando que nuestro apoyo y solidaridad la hayan acompañado a la hora de enfrentar el día siguiente, el 2918 de su injusta detención.