Bukowski, el Guasón y Escalera al Cielo

Por Pablo Di Lauro, conductor línea B

El viejo “maldito” de apellido Bukowski escribía: -”Si no te sale ardiendo de dentro; si no sale espontáneamente de tu corazón y de tu mente y de tu boca y de tus tripas; si tienes que sentarte durante horas con la mirada fija en la pantalla del ordenador buscando las palabras; si lo haces por dinero o fama; si lo haces porque queres mujeres en tu cama; si te cansa sólo pensar en hacerlo; si tienes que esperar que salga rugiendo de ti, esperando pacientemente, y nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa; no seas soso y aburrido y pretencioso, no te consumas en tu amor propio; si no sale de tu alma como un cohete ni el sol dentro de ti esté quemando tus tripas: no escribas, no lo hagas…cuando sea verdaderamente el momento y si has sido elegido, sucederá por sí solo y seguirá sucediendo hasta que mueras o hasta que muera en ti. No hay otro camino. Y nunca lo hubo”-

Cuando desde la secretaría de cultura, nuestra secretaria de cultura, me dijeron: -”necesito que escribas algo relacionado con la escritura, cine o música o teatro”, se me apareció como un espectro aromatizado a la cerveza la figura de ese viejo maldito maravilloso nacido en Alemania y parido en los suburbios de Los Angeles, preguntándome: -”¿qué vas a hacer novato? ¿tienes alguna puta idea que vas a escribir?, y en realidad no tenía (ni tengo) puta idea que escribir, si de cine, musica, teatro vanguardista, cenizas de revoluciones o el sexo tántrico con su carga de acumulaciones.
Entonces me detuve en el poema de Bukowski, prendí el ordenador, coloque un cigarrillo negro en mi boca, agarre con dedicación mi botella de whisky berreta y espere que el sol dentro de mi quemara mis tripas; claro, hubiera esperado pacientemente porque a las dos de la mañana el sol no asoma, entonces me deje llevar por el alcohol añejo esperando relajación y sin proponermelo (de la misma manera que el final de un orgasmo) brotó en mí una risa interminable, pegajosa e incontenible.
¿No tendre una especie del sindrome de Tourette?, no creo, eso tiene Arthur Fleck, magistralmente interpretado por Joaquin Phoenix en “Joker”. Ver a Phoenix dentro de la piel del Guasón es ver una actuación que se codea magistralmente con la locura. Es sentir y “palpar” desde la butaca una risa perturbadora, nerviosa, irritante o incómoda que Fleck lanza a cámara y terminan extraordinariamente mezclandose con llantos, desesperación y mucho resentimiento. “Joker” para mucho (me incluyo) es poco menos que una obra maestra y para otros (en especial los amantes fieles del comics) es indignación pura; hete aquí el nacimiento de otra grieta a la que estamos acostumbrados.
Es una película fuera de todo cliché hollywoodense; es perturbadora, provocativa, deformadora, donde muestra el surgimiento de un villano desde lo más oscuro de su ser, desde sus humillaciones y golpizas recibidas, desde sus sueños truncos de ser cómico de stand-up pasando por una vida cuidando a su madre postrada y la ingesta cotidiana de siete medicamentos psiquiátricos para contener sus desequilibrios mentales. Y todo esto inmerso dentro de una ciudad Gótica cubierta por degradaciones, suciedad, corrupción donde se evidencian las profundas diferencias de clases.
Es una película brillante, donde su director Todd Phillips (también coguionista) remarca los tremendos problemas sociales, los recortes presupuestarios por parte del Estado, el odio al “distinto, al diferente” y demuestra lo fácil que es conseguir un arma para ejecutar “el ojo por ojo”.
Destacable la fotografía de Lawrence Sher y la música, original y de una magnífica selección, a cargo de la islandesa Hildur Gudnadottir. Sin duda “Joker”, el Guason es un diamante en bruto, un diamante que siendo victima se convierte en victimario, que de ser detestable se transforma en casi querible donde la comprensión asoma tímidamente.
Venecia aplaudio diez minutos de pie la actuación de Joaquin Phoenix; se quedaron cortos.

Madre mia, me perdí en un mar de cigarrillos y alcohol: de Bukowski y su inflamable pregunta de si quiero ser escritor a una critica cinematográfica… bueno, de hecho, es una película cuyo personaje ronda los estímulos bukowskianos peleandose con enemigos literarios y detractores de una pluma floja.
“Si eres un fracasado, es muy probable que seas un excelente escritor”, ¿será verdad esta frase de Bukowski?.

Dicen que cuando los excesos te invaden nacen maravillas desde el cerebro, desde el corazón o desde el pene; tal vez Robert Plant en el momento de gestar “Escalera al cielo” estaba degustando algún cigarro armado entre Dios y el Diablo: uno puso el papel y el otro la yerba más que buena.
Por ende, rememorando a Plant, a El creador y al inefable “fiestero come almas”, me cruze el otro dia con un escritor nuevito, un novato con demasiadas ganas y sueños de escribir, y entre café y Jack Daniels me regalo este cuento corto para delicia de los que en algún instante, casi perturbador, demoníaco, trastornado, soñador y completamente orgasmico detenemos el maldito tiempo para escribir.

Marcelo Rofrano

Escalera al cielo

“Si, hay dos caminos que puedes seguir, pero a la larga aun hay tiempo para cambiar el camino en el que estás; recuerda, tu cabeza está confundida y no aguantara; por si no lo sabes, el flautista te está llamando a unirtele”….- cantaba Robert Plant, y antes que las manos de Jimmy Page estremecieran en un solo la Gibson doble mástil, el viejo empuño su 38, apoyó el caño en su sien y comenzó su caminata hacia una escalera, que en este caso no sería al cielo sino al infierno. Tal vez imagino que el diablo recibiría con beneplácito sus pocos libros editados, sus ensayos literarios o sus delirantes poemas porque siempre dudo si sería lo correcto llevar su bagaje al cielo.
Como en la mayoría de “los caños en la sien” los ojos se cierran esperando que la bala haga su fugaz y final recorrido, pero el viejo observaba su botella de Jack Daniels y pensó: -esta casi llena, es un maldito desperdicio que no me acompañe-. Dejo la 38 en la mesa, movió su
maquina Olivetti a un costado y con delicadeza agarro la botella, un vaso comprado en la “Feria de los Martes” y lo llenó hasta el límite donde la cordura se une milagrosamente con la locura. Su lucidez corría, como los “pingos” en el hipódromo, cabeza a cabeza, intentando llegar primero al cerebro antes que su incipiente borrachera; mientras bebía miraba su fiel 38 que descansaba inerte junto a la vieja máquina de escribir con caries.
De repente tres golpes en la puerta de su pieza de alquiler lo alertaron, la vejez no le había quitado su vitalidad.
-¿Y ahora qué?- pensó
El rechinar de la puerta abierta dejó ver a una increíble mujer de rizados cabellos cobrizos; el viejo la observó detenidamente y recordó que en su vida jamás estuvo tan cerca de una mujer asi.
-¿Puedo pasar?- preguntó la mujer con tono intimista como si confesara su virginidad. el viejo escritor, sabio en estos menesteres, la invitó a pasar cerrando la puerta tras de sí.
– Bien, el tema es asi -comenzó explicando la mujer-; imaginemos si tendrias que describir este encuentro con palabras, seguramente detallarias mi aspecto y mi rostro, mi vestido negro ajustado al cuerpo, te detendrias halagando mis pechos turgentes, mi cola y mi sensualidad y supongo que dada la situación en la que nos encontramos insinuarias, como la mediocridad de algunos escritores de clase media, nombrandome sutilmente como la muerte, es decir, todo encajaría de maravillas porque estás a punto de volarte la tapa de los sesos y en el momento preciso aparezco, sin previo aviso, para llevarte al supuesto infierno del que vengo; en realidad este cliché suena a una enorme pelotudez pero, y aunque te parezca inverosímil, si soy la muerte, por tal motivo te advierto que evitemos zambullirnos en un mar de obviedades, de banalidades, de insinuaciones alegóricas y por sobre todas las cosas no caer en la ridícula sorpresa rebuscada en el inconsciente colectivo imaginario de los lectores.
El viejo muy confundido e incrédulo se reía.
-¿Puedo? -preguntó la muerte señalando el Jack Daniels.
– Adelante, tenes un vaso en la alacena -dijo el viejo mirándola a los ojos.
Te comento porque estoy acá -explicaba la muerte en tono casi burlón-; vine para evitar que te mates de manera tan vulgar, paupérrima, mediocre, intrascendente porque sino me equivoco nunca fuiste un escritor del “llamado montón”, o sea, usar un 38 es algo procaz sin ningún tipo de inventiva…¿no pensaste en las ruedas planas del subterráneo? eso si seria grandilocuente!!
– Por favor!! -contestó el viejo con desagrado- eso no va conmigo, siempre fui una persona de perfil bajo, por ende tambien quisiera ser un cadáver de perfil bajo evitando las miradas morbosas y patéticas del argentino medio, y a pesar que no me importe: jamás entregaría mi vida a las fauces de una empresa privada de transporte porque sería tranzar con ideas derechistas y aunque no lo creas quiero dejar mi vida con dignidad.
– Bueno, veo que seguimos conservando ciertos ideales -comentó con sarcasmo la muerte y pregunto: -¿y si tomas una buena dosis de veneno?, pensa, no te ve nadie, sublime perfil bajo y de esa manera evitarias el ruido escandaloso de un arma disparandose.
-¿Te pensas que el sufrimiento es uno de mis deseos? -preguntó el viejo-, retorcerse de dolor, sentir que tus órganos están al borde del colapso, darte cuenta que te estas muriendo; la verdad no es una idea proclive a mi forma de vida, tiene que ser blanco o negro, no hay grises, no hay términos medios, tiene que ser rápido, seco, de golpe certero, sin fisuras, ni titubeos y menos dar paso a un atisbo de tiempo para el arrepentimiento.

La muerte lo observaba. Pensó en ese momento que el viejo escritor sería un “hueso duro de roer”, no entendía como una personalidad tan definida con talento en las letras podía tomar la decisión de acabar con su vida de una forma tan vulgar.
– Hay cientos de formas de suicidarse pero evidentemente no te convenceria ninguna de las que pueda proponerte -le aclaro la muerte; en realidad si yo fuera otro tipo de persona o tal vez me dedicaría a otra actividad seguramente estaría induciendote a que abandones esta decisión pero los suicidios no tienen retorno, es mas, podes invocar al “flaco INRI” o al señor de los cielos para que con sumo talento y dedicación resuciten a Freud o a Lacan y tal vez con una buena dosis de terapia intenten evitar tu deceso pero evidentemente daría igual ya que tu destino está más que escrito…entonces mi querido viejo maldito escritor te comunico, con infinito placer, que es ahora donde comienza el trabajo que más deseo.
El viejo sorprendido por semejante explicación se acercó la botella de whisky y disfruto de un sorbo largo, casi interminable, a modo de despedida.
– Entonces ¿qué sugieres que haga? o para decirlo de mejor forma ¿cómo sugieres que termine con mi vida? -preguntó el viejo.
La muerte, riéndose a carcajadas, le propuso lo impensable, lo que jamás hubiera pasado por la mente creativa de ese viejo escritor.
– Hagamos el amor -dijo la muerte, disfrutemos uno del otro, gocemos como nunca lo hubiéramos imaginado…cojamos homenajeando el ultimo dia de vida.
Por primera vez, en su prolífica trayectoria como escritor, el viejo se quedo sin palabras.
La muerte apartó la botella de whisky, colocó una pastillita del color del cielo en la boca del viejo y tomándolo de la mano lo guió hasta la cama.
El ritual no se hizo esperar. Los cuerpos desnudos se unian como dos estatuas vivientes recorriendose uno a otro. La excitación, los jadeos, las caricias eran interminables; la sensualidad y la pasión se amalgamaban en cada movimiento. Si algún editor, de esos que son felices en el barro, hubiera presenciado la escena, diría sin lugar a dudas: -”el maldito viejo está garchando con la muerte”-
Un poeta catalán dijo alguna vez: “amor no es literatura sino se puede escribir en la piel”…
y fue literatura cuando llegaron al orgasmo.

La muerte se colocó su vestido ajustado, tomó entre sus manos la botella de Jack Daniels y se fue escaleras abajo.
El viejo escritor, con una sonrisa que sería eterna, miraba feliz la escalera al cielo que acababa de recibir.

Pablo Dilauro