DE LIBROS Y PABELLONES: ENTREVISTA A ANA SICILIA.

POR JULIETA GUARNIERI, TÉCNICA EN COMUNICACIÓN SOCIAL.

giras carcelarias

Ana Sicilia es periodista y comunicadora social. Además de su trabajo en diferentes medios de comunicación, lleva adelante un proyecto de “giras carcelarias” en las que se entregan libros donados a diferentes pabellones.

– ¿Cuál es el alcance que tiene el proyecto en la actualidad? ¿A cuántas provincias alcanza?

El proyecto que incluye los pabellones tiene ya más de 4 años y medio y lleva repartidos aproximadamente 4500 libros en 8 provincias. Los primeros dos años me centré en la provincia de Buenos Aires, recorriendo más de 20 cárceles bonaerenses, y el último año, en 2021, tomó este tinte más federal, llegando a Salta, Catamarca, Chubut, Tierra del Fuego, Santa Fe, Chaco y Mendoza.

De estos años de trabajo, los primeros dos pude dar talleres. Arranqué en la Unidad 9 de La Plata, sumándome a un espacio que ya estaba conformado y que venía funcionando hace 8 años gracias a Julián Maradeo, el me abrió el primer candado en una cárcel. Coordinaba el taller de escritura en El Ágora, un espacio educativo. Me sumé, en un principio, a unos talleres compartidos, en el que él daba la primera hora y yo la segunda. Cuando el decidió correrse de la actividad, luego de una década dando talleres, quedé a cargo del espacio.

Salía de hacer primera mañana en la radio y me iba a La Plata, siempre con la idea de proponer algo distinto: tratar de, paradójicamente, atraparlos desde el taller, a ellos que están atrapados entre rejas, para que con la lectura puedan volar, viaje con la mente e irse a otros lados.

Algunos días les proponía leer un diario, elegir una noticia y compartirla; otros, agarrar un libro de la biblioteca (que fue la primera que armé gracias a que ellos me autorizaron a pedir libros en las redes sociales), hacerlo girar, leerlos en voz alta. He llevado charlas TEDx y las escuchábamos atentamente en la única computadora que había en el aula, y después reflexionábamos al respecto. Todas las semanas eran pensar algo distinto, a veces también improvisar un poco: llegar y ver como estaban los ánimos, la energía, si había ganas de leer, de escribir, o de simplemente sentarse a tomar unos mates y charlar.

¿Qué pasó con el proyecto cuando llegó la pandemia de COVID-19?

Durante la pandemia, los talleres se suspendieron. En ese momento, seguía dictándolos en la Unidad 9 de La Plata y estaba también en la Unidad 43 de Gonzáles Catán, y no pude seguir entrando con la frecuencia semanal porque, en ese momento, se prohibieron incluso las visitas. Aproveché entonces para expandir el proyecto de los libros en los pabellones. Esto se da gracias a la demanda de las propias personas privadas de su libertad, y yo voy adonde me llaman: es desde el pabellón donde se piden los libros.

– ¿Qué trabas o desafíos son los más significativos del trabajo en el sistema penitenciario?

Al principio, uno de los desafíos es que no te quiten las ganas de ir. Se acostumbra a desgastar a las personas que van a estos espacios a dar su tiempo, con mucho amor, mucha voluntad, con convicción, ad honorem (como es mi caso). Quizás te hacen esperar una hora en la puerta, o no pidieron tu autorización, o no te anotaron para ingresar, y todas esas cositas intentan desgastar. Los primeros dos años fue bastante molesto, pero hoy por suerte ya no digo lo mismo.

Hay cierta cultura carcelaria que está quedando arcaica y debería deconstruirse. En el caso del proyecto de los libros en los pabellones, muchas veces me dicen “nosotros ya tenemos biblioteca”. Yo sé perfectamente que todas las cárceles tienen una biblioteca, pero la idea del proyecto es que el libro está en el pabellón, descentralizar la biblioteca, que muchas veces está en la otra punta de la unidad, o que tienen que pedir una autorización. Por eso es distinto que el libro esté en el pabellón.

Uno entiende que toda cárcel tiene sus normas, pero a veces no ayudan a incentivar la lectura en las personas privadas de su libertad. No quiero generalizar, pero es algo que escucho de parte de los internos e internas, que es mucho mejor que el libro esté ahí, a mano, que los invite de alguna forma a leerlo. Y esto es un ejemplo sobre la cuestión que me compete a mí, que es la lectura y la escritura, pero además hay un montón de cuestiones normalizadas en las penitenciarías que no deberían estarlos, y que si la sociedad prestara un poco más de atención al contexto de encierro, pondríamos luz sobre un sistema que está bastante oscuro, en un estado de desolación hace décadas.

– En redes, vimos que venís hablando de la “fundación”. ¿Qué implica la misma?

El proyecto de los libros en los pabellones creció mucho, lo veo hoy después de más de 4500 libros entregados, por eso el paso de la fundación. Todos los libros que entregamos fueron a partir de donaciones. Es claro que existe una demanda, una necesidad, y, en consecuencia, un derecho. Por eso decidí dar el paso de armar la fundación, para que esto no sea solo “Ana Sicilia llevando libros a pabellones”, sino que el proyecto tome forma, pueda fluir empujándolo desde la fundación.

A quienes quieran sumarse, estén atentos y atentas a mis redes sociales. En los próximos meses voy a estar compartiendo novedades respecto al proyecto, para que cada vez seamos más haciendo esto.

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