MICRORESISTENCIAS OBRERAS DURANTE LA “TRIPLE A”
POR CLAUDIA SALUD, BOLETERA DE LA LÍNEA A.
Teresa era obrera de Philips cuando en 1975 junto a sus compañeres tomaron la fábrica y encerraron a sus jefes. Peleaban por la reincorporación de un compañero despedido, contra la burocracia sindical y en rechazo al plan ajuste anunciado por el Ministro de Economía, Celestino Rodrigo, el famoso “Rodrigazo”.
Teresa tiene 79 años, tres hijes y tres nietes. Prepara la celebración de sus 80 con una salud y vitalidad impecables. Cuando retira a su niete más pequeño del jardín, y se la ve junto a otras abuelas o madres, su figura un tanto andrógina resalta en el grupo.
La sonrisa marrón de su mirada, la postura corporal confiada y alegre, la actitud despreocupada y jovial en el trato hablan de una mujer que ha sabido vivir y apropiarse a tiempo de roles y derechos que le permiten hoy disfrutar plenamente su presente sin lamentar deudas en su vida.
Ttrabajó toda su vida en fábricas y crió sola a sus tres hijas. En este relato suyo conoceremos una experiencia de trabajo y de lucha en la fábrica Philips en 1975.
“Philips era una fábrica de 6 pisos con 6000 personas entre operarios y empleados de oficina. Había diferentes sesiones, lámparas, televisores, etc. Algunas tareas eran más duras, como carpintería, donde los muebles para tocadiscos se lustraban a mano”, recuerda.
“Yo estaba en la línea de televisores y cuando entré a trabajar adelgacé 12 kilos. Tenía que soldar las plaquetas. Los ritmos de trabajo eran controlados por la línea de producción y el tiempo para las operaciones lo marcaba un timbre. Los televisores llegaban en un riel y había que terminar de soldar las piezas antes que sonara el timbre. Si no se llegaba a soldar todas, había que bajar del riel al aparato incompleto para que no se trabe la cadena de producción. Después de soldar las plaquetas otro trabajadxr colocaba tornillitos y así, al terminar el riel su recorrido, tenía que salir perfecto. Pero la tarea de bajarlo del riel exigía esfuerzo físico, los televisores de esa época eran muy pesados”, explica.
Teresa nos cuenta que en el invierno de 1975 se inició “un conflicto bravo” que “lo promovimos con un grupo de compañeres”, que se reunían en una iglesia “para protegernos”.
En aquella época, ya existían grupos parapoliciales armados que secuestraban y asesinaban a activistas sindicales.
“Recuerdo que despidieron a alguien del 4to piso y llamamos a la huelga pidiendo su reincorporación. Pero el despido no era la única causa del malestar obrero. Nosotros queríamos elecciones sindicales limpias”, indica.
“El salario era bueno, ganábamos bien, íbamos a trabajar en auto, en la planta había un servicio médico, con remedios para atender al personal, teníamos guardería, de hecho yo dejé a mi hija un tiempo ahí y luego preferí que la cuidara mi mamá. Pero había malestar por las elecciones sindicales que no eran democráticas”, aclara.
“La sección de la UOM de la Philips estaba controlada por la burocracia sindical y queríamos democratizar esa sesión para que cualquier trabajador pudiera integrar las listas de delegados. Se hizo una asamblea en el playón para organizar la huelga por la reincorporación del compañero despedido y se decidió tomar la fábrica y pedir también elecciones limpias dentro de la Philips”, explica.
“Fue un conflicto duro, mantuvimos encerrados a los jefes en las oficinas los días y noches que duró la toma. Los tratamos re bien, no les hicimos faltar nada, obvio. Las medidas se tomaban en las asambleas del playón, participaban tipo 2000 personas y a todos nos unía el rechazo al plan de ajuste anunciado por el ministro de Economía, el famoso Rodrigazo que amenazaba las condiciones de vida del trabajador”, detalla.
“Durante 5 días vivimos en la fábrica. Nos turnábamos para quedarnos a dormir pero la mayoría nos quedábamos todo el tiempo. Yo tenía a mi nena y era tanto el compromiso que durante la toma una sola noche dormí en mi casa, mi hija se quedaba con mi mamá. Para todos fue una experiencia emocionante ¡La Philips era nuestra¡ recuerdo que hasta algún que otro capataz de sección estaba a favor y participaba de las acciones”, se emociona.
“Los de la UOM estaban en contra, me acuerdo llamaron a algunos representantes de la asamblea para que desistiéramos de la lucha. No era una charla amigable. Para hablar con los dirigentes sindicales de la planta hicieron dos filas de hombre fornidos en un pasillo que llegaba hasta su oficina y nos hicieron pasar de a uno por el medio, daba miedo con todo lo que estaba pasando en las calles”, manifiesta.
“Después de esa reunión cayó una sesión de mecánica. Los trabajadores volvieron a sus puestos convencidos por la burocracia. No se veía que fuera a haber propuesta de reincorporar al compañero despedido y había desgaste y cansancio entre los trabajadores así que levantamos el paro para retirarnos todos juntos”.
“A pesar de no haber logrado éxito en el reclamo puntual no vivimos el conflicto como una derrota. En ese momento la clase obrera peleaba por todos lados contra el Rodrigazo y contra la burocracia sindical”, analiza.
“Nosotros fuimos parte de eso con medidas duras y masivas. Nos retiramos sintiéndonos parte de una lucha más grande. Aunque la cosa estaba picante y había miedo por la violencia que desataban los grupos parapoliciales, en el país aún había un gran anhelo, una esperanza vital, y una gran confianza en la solidaridad obrera para lograr un cambio social profundo en todo el país”, finaliza.