Poder Simbólico

Poder Simbólico. Como el gobierno resignifica el concepto de “Salario” en busca de la reforma laboral.

La construcción social de la utilidad del trabajo impone directamente su poder simbólico sobre el concepto de salario.
En este sentido es importante observar cómo según la ideología política y los objetivos económicos que cada gobierno tiene, se le asigna cierto valor simbólico a determinados conceptos, en este caso el de salario.
A modo de ejemplo queremos identificar que dentro de la ideología peronista se revaloriza el trabajo en relación de dependencia como un valor en sí, y un derecho de todos y cada uno de los trabajadores.
Por otro lado, en la actualidad, el sistema neoliberal que se está implementando en la República Argentina, está resignificando el rol del trabajo en nuestro sistema económico, otorgándole mayor peso a la supuesta independencia del trabajador por sobre los derechos del asalariado.
Estos dos modelos estatales influyen directamente sobre el valor que “salario” tiene para la sociedad.
Tanto es así que, al promover los sectores autónomos de trabajo, quienes defienden esta visión política, consideran que el trabajo está aumentando por la cantidad de nuevos trabajadores autónomos o monotributistas con respecto al año 2015. Sin embargo, quienes creemos al trabajador como un actor indispensable de nuestro sistema económico, eje central de nuestro sistema económico y ordenador social, consideramos al salario digno como un derecho fundamental de todos los habitantes del país, el salario como retribución justa a la riqueza generada por los trabajadores y no un costo más encontramos en esos trabajadores autónomos antiguos trabajadores en relación de dependencia expulsados recientemente del sistema de empleo tradicional.
Al analizar las estadísticas respecto a la empleabilidad, identificamos el descenso del trabajo formal, ya que existen menos trabajadores en relación de dependencia comparado al año 2015. Sumado a que empeoraron las condiciones laborales de los trabajadores iniciando un periodo de precarización o flexibilización laboral pretendido por la Administración Macrista y resistido por gran parte del movimiento obrero organizado.
Por lo tanto, podemos precisar que, según el valor simbólico que le demos al concepto “salario”, es que hoy consideramos que hay más o menos trabajo en la Argentina, mejor o peores condiciones; y al fin y al cabo determinar si el trabajo es un problema público o no.
Nos planteamos entonces el objetivo de replantear el valor del “salario” en este sistema. Cuando el gobierno plantea la reforma laboral se entiende la necesidad de la reconstrucción del concepto.
Este proyecto que tiene como principal fin maximizar las ganancias de los empresarios, requiere la construcción de un rol del trabajo diferente al conseguido a través del peronismo y del campo nacional-popular.
Este ejercicio de poder simbólico se expresa entre otras formas, a través de la deslegitimación de la representación de la clase trabajadora, sostenida por los grandes medios de comunicación, las consultoras y prensa internacional afín. Promoviendo trabajos autónomos como nuevo paradigma de trabajo (Dueño de una fábrica de cerveza artesanal), identificando al trabajador y sus derechos receptados en un convenio colectivo como un sujeto conflictivo para el normal desarrollo de nuestra actividad económica, como obstáculo a las ansiadas inversiones y el desarrollo nacional.
Asimismo, observamos entre los que se beneficiaron a partir del trabajo precarizado quienes contratan consultoras para la realización de trabajos “a medida” que sirven de argumento para legitimar su postura desde un falso lugar objetivo y neutral. Existen quienes adoptan estos argumentos por compatibilidad y quienes lo hacen por necesidad y en estos últimos es donde debe darse la batalla cultural.
Así podemos concluir que el estado puso a disposición su poder simbólico para reconstruir el concepto salario para que finalmente la pretendida reforma laboral que están intentando imponer parezca una buena propuesta para el trabajador conforme la nueva perspectiva que se tiene del mismo.
Tranquilamente este poder simbólico puede ser ejercido sobre otros conceptos para resignificarlo, deslegitimarlo, verbigracia el derecho a expresión ejercido en manifestaciones o bajo la forma de protesta social, tan demonizada y estigmatizada este último tiempo donde el malestar necesariamente se expresa en las calles, en el espacio público para no ser ya un problema individual sino un problema del gobierno.
Como indica Carlos Vilas “Lo importante del símbolo no es su coherencia con la realidad presente o pretérita sino su aceptación por el conjunto social o por una proporción significativa de él.”

Matias E. Thea – CePETel