NORITA ETERNA
POR KIKE FERRARI, ESCRITOR, TRABAJADOR DEL SUBTE.
El 22 de marzo de 1930 Norita –por entonces Nora Irma Morales –nació por primera vez. Aquella vez, nació a la vida.
Una de cinco hijas de un matrimonio de españoles afincados en el barrio porteño de Monserrat. Fue a la escuela Coronel Suárez, en Venezuela al 700. En 1952, con 19 años, se casó con Carlos Cortiñas y se fueron a vivir a Castelar. Tuvieron dos hijos: Carlos Gustavo y Marcelo.
Para 1977 el mayor de sus hijos, al que ella siempre llamaría Gustavo, estaba casado con Ana y tenía un hijo de dos años, Damián, y era militante Montonero. La mañana del 15 de abril un grupo de tareas –la patota– de la dictadura lo secuestró en la estación de trenes de Castelar.
Ese día Norita –Nora Cortiñas– nació a la lucha.
En mayo, junto a otras mujeres desesperadas y valientes que buscaban a sus hijos, participó de los primeros encuentros de lo que sería Madres de Plaza, la organización más importante de los derechos humanos y de resistencia a la dictadura, de la que fue una de las fundadoras.
Ese mismo mes, por medio de un amigo abogado recién recibido, presentó el primer habeas corpus por Gustavo. 35 años después, en 2021, el último. Nunca dejó de buscar.
Pero sería más justo decir que en ese otoño del ´77 Norita nació a las luchas. Porque aunque nunca dejó de buscar a su hijo, todas las luchas por una causa justa fueron, desde entonces, suyas.
Fábricas recuperadas, campaña por la ley de aborto, huelgas, tomas de colegios. No hubo lucha obrera o por los derechos del pueblo en la que no haya estado presente. Siempre con el puño izquierdo cerrado y en alto, la voz suave pero firme, su maternal fiereza.
Como estuvo a nuestro lado, de lxs metrodelegadxs, en tantos conflictos, tantas asambleas. Podemos recordarla, el pañuelo blanco en la cabeza, brindándonos su apoyo durante el plebiscito por la creación del sindicato, en 2009.
El 24 de marzo marchó como cada año y, como cada año, buscó la unidad. Para la huelga general del 9 de mayo avisó que no iba a poder ir, su salud ya debilitada no se lo permitía. Unos días después, el 17, quizá sintiéndose apenas mejor, con su médico haciéndole de chofer, se acercó hasta un pequeño acto por los cincuenta y un años del Frente Polisario (una agrupación que lucha por la liberación de Sahara occidental, en el norte de África). De ahí la llevaron directo al Hospital de Morón, donde la operaron de una hernia.
Hubo complicaciones. Quedó internada en terapia intensiva. Dando pelea. Una que fue demasiado para ese cuerpo cargado de batallas y búsqueda.
El jueves 30 de mayo, Norita –ya desprendida de todo apellido, como Evita, como Diego, como Hebe, como Fidel– dejó de vivir entre nosotros. Y nació para la eternidad.