MUJERES PROGRAMADORAS: ELLAS LO HICIERON PRIMERO
POR ACOPLANDO.
Las mujeres fueron pioneras en el campo de la informática. Sin embargo, a medida que las computadoras comenzaron a masificarse, su incursión en la tecnología cayó y los hombres monopolizaron la industria ¿Por qué se fue creando ese desequilibrio de género en un ámbito donde inicialmente existía una gran paridad?
Ada de Lovelace: La primera programadora de la historia
Augusta Ada King, científica y matemática inglesa, fue la primera persona en el mundo en crear un algoritmo para ser procesado por un ordenador, pero como sucedió con varias mujeres de su época, su trabajo fue silenciado durante años.
El escritor Eduardo Galeano, la recordaba así en su libro Espejos: “Las edades de Ada”.
Cuando hizo la mayoría de edad se fuga en brazos de su preceptor. A los veinte se casa, o la casan, a pesar de su notoria incompetencia para los asuntos domésticos.
A los veintiuno se pone a estudiar, por su cuenta, lógica matemática. No son esas las labores más adecuadas para una dama, pero la familia le acepta el capricho, porque quizás así pueda entrar en razón y salvarse de la locura a la que está destinada por herencia paterna.
A los veinticinco inventa un sistema infalible, basado en la teoría de las probabilidades, para ganar dinero en las carreras de caballos. Apuesta las joyas de la familia. Pierde todo.
A los veintisiete publica un trabajo revolucionario. No firma con su nombre. ¿Una obra científica firmada por una mujer? Esa obra la convierte en la primera programadora de la historia: propone un nuevo sistema para dictar tareas a una máquina que ahorra las peores rutinas a los obreros textiles.
A los treinta y cinco cae enferma. Los médicos diagnostican histeria. Es cáncer.
En 1852, a los treinta y seis años, muere. A esa misma edad había muerto su padre, lord Byron, poeta, a quien nunca vio.
Un siglo y medio después se llama Ada, en su homenaje, uno de los lenguajes de programación de computadoras.
Grace Hopper: La mujer que cambió la historia.
La matemática y científica estadounidense, Grace Hopper, marcó un antes y un después en el mundo de la computación. Sus trabajos sentaron las bases de los ordenadores actuales. Uno de sus mayores inventos fue la creación del primer compilador de la historia (programa que transforma el código fuente en un lenguaje que la computadora puede entender y ejecutar).
Al respecto, Hopper decía: “En 1951, nadie creía que se pudiera compilar, yo tenía un compilador que funcionaba pero nadie lo tocaba, me decían que las computadoras solo servían para hacer cálculos, no para escribir programas. Hizo falta mucha persuasión para que lo probaran”.
A Hopper también le corresponde la creación de Flow Matic, el lenguaje de programación que les “enseñó” a la computadoras a entender inglés. Ese programa fue el precursor del Cobol, un revolucionario lenguaje que actualmente es el más utilizado en el sistema bancario.
Margaret Hamilton: Sin ella no hubiera sido posible.
En 1969, con 33 años, Hamilton creó el código que sirvió para que el Apolo 11 pudiera cumplir con su objetivo de llegar a la luna. Minutos antes de que el módulo Lunar aterrizara, hubo una falla que hizo saltar todas las alarmas. Pero gracias a que el software de Margaret estaba diseñado para priorizar funciones imprescindibles y descartar los que no lo eran, se evitó una sobrecarga en el sistema.
Según declaró ella misma: “Si el ordenador no se hubiera diseñado para recuperar errores, dudo que el Apolo hubiera aterrizado en la Luna”.
A Hamilton también le corresponde el término “Ingeniería de Software”. Mientras sus compañeros de la NASA se burlaban por usar esas palabras, ella fundaba una nueva rama de la ciencia.
De pioneras a excluídas.
La incursión de las mujeres en informática comenzó a caer casi al mismo tiempo en que las computadoras personales empezaron a aparecer significativamente en los hogares.
En nuestro país, por ejemplo, durante la década del 70, tres de cada cuatro estudiantes de informática eran mujeres, pero a partir de 1984 ese porcentaje descendió drásticamente. A tal punto de que hoy apenas constituyen el 15% del alumnado. Esta situación no es exclusiva de Argentina, sino que se repite alrededor del mundo ¿Qué sucedió?
Los estereotipos y el poder.
La industria del marketing propuso una división de género explícita, en la que los juguetes tecnológicos eran dirigidos hacia los niños, tres veces más que a las niñas. Esta relación con las computadoras permitía que los varones se relacionaran más tempranamente con las nuevas tecnologías y que su entorno los alentara a estudiar carreras como ingeniería, matemática, ciencia e informática.
Otro de los motivos que expulsó a las mujeres de la programación fue la jerarquización del trabajo. A medida que el software fue adquiriendo importancia, las empresas comenzaron a nombrar a directivos con esa formación, porque una cosa era introducir a programadoras para que “teclearan”, y otra muy distinta era hacerlas directivas.
Las publicidades de la época también aportaron lo suyo:
Qué dicen las estadísticas.
En las universidades argentinas casi seis de cada diez estudiantes son mujeres. Sin embargo, esta proporción no se mantiene en las distintas áreas de conocimiento: ellas representan el 72% de lxs estudiantes de ciencias sociales, pero solo el 25% de quienes estudian ingeniería y ciencias aplicadas. Su participación es incluso más baja en las carreras vinculadas con la programación: en 2015, solo el 15% de las nuevas inscripciones fueron de mujeres. En el período transcurrido entre 2010 y 2015, ese cifra creció apenas un 1%.
Las estadísticas muestran que entre los 6 y los 8 años, el 30% de los niños y el 33% de las niñas se consideran buenxs para las matemáticas, pero unos años después, la confianza aumenta para los niños y disminuye considerablemente en las niñas. Además, ya a los 6 años, 9 de cada 10 niñas asocian a la ingeniería con los hombres.
No es la falta de interés, es el sexismo.
En el mundo de la informática se escucha decir con frecuencia que las mujeres no estudian programación “porque no quieren” y que “nadie se los prohibe”, pero quienes lo afirman terminan cayendo en un reduccionismo que no tiene en cuenta el efecto represivo de los estereotipos. La desigualdad en Ciencia y Tecnología no es más que el reflejo de una desigualdad de género sistemática.
Si abogamos por una sociedad más justa, hay que romper con los estereotipos que desaniman a las mujeres a elegir carreras relacionadas con la informática y generar políticas de inclusión que las incentiven a hacerlo. Porque, como ya vimos, aunque oculten sus historias y nadie hable de sus logros, ellas lo hicieron primero.