LA GUERRA CONTRA LAS DROGAS
CORRIÉS CLAUDIO, DOCENTE
Vivimos en una sociedad (global, local) en la cual las drogas son imprescindibles para sobrevivir.
La guita, la cocaína, el poder, los ansiolíticos, la avaricia, la tecnología , el pucho, el culto a la moda, la marihuana, la tele, la acumulación de bienes, las píldoras para dormir, el consumismo, y tantas otras expresiones de dependencia mental individual y colectiva nos dominan, nos hacen vulnerables, nos minimizan, nos convierten en monos.
La violencia que generan todas estas drogas, todas, en nuestra sociedad carece de límites. No hace falta abundar en ello. Todos lo sabemos, aunque nos hagamos los distraídos.
Cuando Ronald Reagan anunció el inicio de la llamada “Guerra contra las drogas”, las fuerzas del poder policial se centraron en los negros de los barrios pobres de USA, por donde había entrado el crack. Estados Unidos es el país donde hay más negros en las cárceles que en las universidades. Esa fue la primera consecuencia de esa “guerra”.
Dicen los biógrafos que Pablo Escobar sostenía que su negocio de producción de cocaína era “revolucionario” porque llenaba de droga a los gringos para que cayera el imperio.
La DEA, contrariamente a lo que se supone, no está para “luchar contra las drogas” sino para regular la oferta y la demanda, o sea el precio. Cada vez que hacen un operativo “antidrogas” altamente reproducido por los medios de comunicación, la única consecuencia es que hace subir el precio en las calles de USA, el país que mayor consumo de cocaína por habitante ostenta. Porque la ecuación oferta-demanda así funciona.
Los grandes bancos donde se lava la guita proveniente del narcotráfico a gran escala (HSBC, por ejemplo) resuelven fácilmente la cuestión pagando una multa ínfima. Y siga el baile.
Hace pocos días, en una puesta en escena, un periodista de Telefe fue a Once (que queda en la ciudad de Buenos Aires) a comprar cocaína y se la vendieron a 1500 pesos el gramo, lo que hizo estallar las redes con frases jocosas sobre el precio irrisorio.
La supuesta guerra contra las drogas se trata aquí de meter presos a los pibes que se fuman un porro y nunca jamás a los narcos que viven en barrios ricos. Todos los “operativos antidroga” son en asentamientos de pobres, jamás en countries. Los medios de comunicación se cuidan muy bien de subrayar esos operativos y de –nunca jamás- señalar que un vendedor minorista es provisto por un mayorista quien es provisto por un narco de verdad que no vive en el lugar donde se produjo el secuestro de un kilo de merca o cien porros.
El lavado de guita proveniente de la venta de cocaína en edificios monumentales o en empresas off-shore jamás es investigado. Es más fácil meter en cana a los negritos de la villa que venden el subproducto que al comisario que favorece el comercio o libera la zona para que lo ejerzan sin control. Un sistema corrupto donde muchísimos ricos, muchísimos jueces, muchísimos dirigentes políticos y especialmente muchísimos policías son cómplices. Los mismos que se escandalizan cuando ven un pibe destruido por el paco y ponen cara de “yo no fui”.
Nuestro enemigo de verdad como sociedad es la careteada de todos ellos y nuestra complicidad silenciosa: “total a mi no me va a pasar, ¿vistes?”. Porque la confusión hace creer que la única droga “mala” es la cocaína, ninguna de las otras con las que convivimos siempre.
Creo que no se resuelve metiendo en cana pibes pobres sino siguiendo la ruta de la guita, nada más. De dónde viene y a donde va a parar la guita oscura y manchada de sangre, en general, de pobres.
Cualquiera sabe dónde se vende merca en la Ciudad de Buenos Aires o en cualquier pueblo y ciudad argentina. Con solo mirar para arriba: si de los cables hay colgadas unas zapatillas, ahí se vende, entre otros avisos publicitarios. ¿Cómo no lo sabe la policía que “persigue” el comercio de drogas?. No será que son socios, ¿no?
Siempre es más efectivo, gracias a la droga de la tele, aplaudir que metieron en cana un villero cuya cadena de provisión jamás sabremos.
Yo no tengo claro, de verdad, si la despenalización de la marihuana sería una solución. Tengo la tendencia a creer que si. Transformar el mercado negro manejado por millonarios en una oferta regulada y una demanda vigilada y contenida quitaría del medio al negocio sin control. Quizás sea cuestión de consultar con gente que sabe y no con panelistas de la tele (la primera droga que nos estupidiza) que no saben un carajo –como yo- e integran (integramos) el grupo de “hablemos sin saber”.
Se ha pontificado ad nauseam acerca de que la marihuana es la puerta de entrada a la cocaína, sin ninguna comprobación científica.
Yo creo que la puerta de entrada a la cocaína o a las otras drogas es la angustia existencial de las personas que necesitamos algo externo para calmarla. Para calmar la angustia de la única certeza que tenemos: que nos vamos a morir.
Estoy convencido que -como en otros temas- la consigna sigue siendo LIBERACIÓN O DEPENDENCIA. De todas las drogas que nos hacen lo que somos: una sociedad careta y dependiente.
Y cuando le decís –explìcita o implíctitamente- a la gente, (a los niños o a los adultos) que el poder, la acumulación de guita, la felicidad pasajera, o el consumismo es lo que te hace feliz, transformas a esa persona en una adicta a una dependencia de la que será difícil, o imposible, salir.
Y le cagaste la vida para siempre. Aunque no pruebe la merca jamás.