OPINIÓN. GUERNICA PARTE II
POR JÉSICA CAMPOS. TRABAJADORA DEL SUBTE. BOLETERA LÍNEA D
En un primer artículo quise poner a Guernica en contexto. Me parecía importante entenderla como una muestra de la profundización de la crisis socioeconómica actual, agravada por una pandemia a escala global. Sin embargo, lo dije y lo repito, no se trata de un caso aislado. Las tomas continúan y sigue vigente el reclamo de una vivienda digna. Al igual que la denuncia del déficit habitacional, la precarización laboral, el desempleo que desemboca en un aumento de la pobreza y la caída del consumo interno. Mientras la desigualdad se abre paso ante una sociedad cada vez más dividida. Polarizada gracias a los medios que han ido allanando el camino, criminalizando y estigmatizando a los desposeídos, cuya propiedad nadie decide cuidar.
Como si esto fuera poco, también hubo dirigentes que, siguiendo esta misma línea y con tal de justificar lo que se venía, llamaron oportunistas a todos los que osaron tender una mano. Hablo de centros de estudiantes, organismos de DDHH, organizaciones sociales, miles de trabajadores y trabajadoras, sindicatos combativos y partidos de izquierda que no solo han convocado (y convocan) a marchas, sino que han hecho colectas y se han acercado a la toma. Los mismos que han tenido que aguantar una campaña macartista que ha sido denunciada hasta por dirigentes oficialistas, como es el caso de Luis D’Elía.
¿Y por qué? Porque Guernica también es un hito de la lucha de clases. A esto quería llegar. Si la crisis empujó a varios a levantar un techo de chapa y tirar un colchón sobre tierras inundadas, ociosas y fiscales, también obligó a que miles de desocupados y ocupados comenzaran a organizarse. En Guernica a medida que avanzaba el parcelamiento, cavándose zanjas y proyectándose un jardín de infantes o una plaza, se hacía más fuerte la necesidad de la conformación de asambleas y delegados. Y pasó. Pasó porque no es la primera vez que ante la falta de respuesta de un gobierno, toca mirar al que tenés al lado. En la práctica se ve la solidaridad de clase, no en el discurso. Las palabras no alcanzan y se vacían todavía más, si ocupás una banca en el Poder.
Durante los últimos meses se habló mucho del 2001. Todavía queda en el recuerdo de los argentinos el corralito, donde los bancos se quedaron con los ahorros de millones de personas. ¿Quién defendió acá tu propiedad privada? La gente salió masivamente a las calles y en medio de esta insurgencia, se forja un nuevo sujeto y un nuevo movimiento. Como es el caso de los piqueteros y las fábricas recuperadas. Entonces dejen de subestimarnos. Porque fue en los barrios, de forma horizontal, que se organizaron asambleas populares y clubes del trueque. Mientras que dentro de las fábricas que los patrones habían abandonado, las máquinas volvían a funcionar. Luchamos por sobrevivir cuando nos vemos arrinconados. Y en las tomas de hoy, vuelve a pasar. De nuevo se vuelve a priorizar la propiedad privada en manos de los poderosos que nos privan de todo a los demás.
Comparto el fragmento de una carta abierta dirigida al presidente Alberto Fernández, publicada el 14 de octubre en algunos medios, para que vean a lo que me refiero:
«En estos meses hemos afrontado frío, tormentas, falta de agua y hostigamiento policial. No hubiéramos podido soportarlo sin la organización que nos dimos y la solidaridad que nos amparó, con ollas populares, postas sanitarias, asesoramiento legal, donaciones de ropa y alimentos, actividades recreativas para nuestres niñes. Hemos recuperado con medios más que escasos la práctica activa de la organización solidaria, de compartir los alimentos, de velar por la salud de nuestres adultes mayores, de resguardar de la violencia de género a mujeres, niñes y trans, de pensar constantemente en no dejar a nadie atrás».
En esta misma carta denuncian la negativa del Ministro de Desarrollo de la Provincia de Buenos Aires a considerar la propuesta de urbanización elaborada por la Comisión de Urbanismo y presentada al Gobierno provincial. También le reclaman a Alberto Fernández que responda por sus propios dichos. La carta hace referencia a una entrevista que realizó Horacio Verbitsky en su programa, El Cohete a la Luna, donde el presidente declara que, si bien no avala la toma de tierras, «el derecho penal no arregla un problema social acuciante al que hay que darle respuesta con la urbanización de tierras fiscales y la construcción de viviendas para esa gente. La respuesta no es sacarlos a palazos con un juez y un policía». Esto fue justamente lo que pasó, aunque de manera mucho más violenta.
Creo que aporta muchísimo el revisionismo histórico. No solo del 2001, sino de este 2020. Hablemos de lo que pasó hace una semana atrás, el jueves 29 de octubre. Porque todavía recuerdo la impotencia que sentí. Ese día me levanté y la izquierda hervía. Desde las cinco de la mañana venían los mensajes: fotos, videos, comunicados, flyers, listas con los nombres de los compañeros detenidos, bronca, ganas de salir. Ya al mediodía, sin tener confirmada la marcha, un compañero me dijo nos vemos mañana en las calles. No hacía falta que convoquen. Muchos íbamos a estar ahí en Plaza de Mayo. Igual destaco la columna del Polo Obrero. Digan lo que quieran, pero no es casualidad que detrás de sus banderas no dejara de llegar gente.
Creo que ningún partido va a contener lo que se está gestando y lo peor es que todavía el Frente de Todos no se dio cuenta. Están totalmente desconectados de la realidad. ¿Piensan que no va a haber un costo político? La brutalidad que se vio en Guernica marcó un quiebre y va de arriba abajo. No solo funcionarios, movimientos sociales y sindicatos oficialistas salieron a repudiar el desalojo, sino que por primera vez en el año, vi a muchos enojados. Incluso, lo más sensibles, decepcionados. Desde artistas, hasta escritores, pasando por periodistas y mediáticos, hasta gente de mis círculos cercanos. Del ala más corrida a la derecha ni hablo, conocido es el odio al pobre y su incapacidad de argumentar por un fanatismo exacerbado.
Muchos salieron a señalar a Sergio Berni y Axel Kicillof. ¿Y cómo no hacerlo? ¿Cómo no repudiar la brutal represión que se vio el jueves? De forma cobarde a las cinco de la mañana, el barrio se vio sitiado por nada más y nada menos que 4000 policías, helicópteros incluidos. Sí, 4000 efectivos, armados con escudos, gases lacrimógenos y balas de goma, contra familias que no tenían nada más que unas pocas pertenencias que encima les prendieron fuego. Incluso los documentos. Y como si esto no fuera suficiente, remataron con topadoras.
¿Con qué derecho la bonaerense, encabezada por Sergio Berni, quien se jacta de defender la propiedad privada, va y le quema todo (colchones, juguetes, ropa, comida, bolsos, chapas, maderas) a miles de ocupados y desocupados? La pregunta es la misma de siempre: la propiedad de quién defienden.
Encima hubo que escuchar de la boca del oficialismo que todo salió bien. El cinismo de las declaraciones anteriores, y posteriores, era de no creer.
De hecho, Alberto Fernández, aclaró que la orden de la Justicia «se cumplió en términos razonables, no hubo gente herida, no tuvimos que lamentar una muerte que eso hubiera sido terrible. Y la cosa se puso en orden». Mientras tanto, Axel Kicillof, apoyando los métodos de su Ministro de Seguridad, dijo: «Me resisto a hablar de represión cuando no hubo un solo herido». Y se animó a más, afirmando que dio asistencia a «la enorme mayoría de la gente».
No puedo dejar de mencionar a Andrés Larroque, en una entrevista publicada en Télam, quien salió a decir «que pasó horas difíciles por culpa de los sectores que obstruyeron una resolución pacífica en la toma del predio de Guernica y reconoció que no deseaban esa situación. Como él aseguró que «lo que ocurrió lamentablemente no se pudo evitar», a mí me gustaría decir que sí, sí se podía evitar. Solo basta ver los intereses que hay detrás. Porque la represión se hizo en nombre de los especuladores, como ya venía denunciando la revista Crisis. En un primer artículo comenté que había dos grandes inmobiliarias involucradas, El Bellaco S.A y Llorsel S.A, que venían a cobrar el favor de la Intendenta de Presidente Perón, Blanca Cantero. La misma que dijo, sin ningún tapujo, que los terrenos estaban reservados para los countrys. Así que hablemos de una justicia de clase y un desprecio casi histórico. Porque la decisión de ir y quemarle sus cosas a cientos de familias que vivían en la extrema pobreza, es política.
Quiero compartir brevemente parte del informe que realiza el Equipo de Investigación Política (EDIPO) de la revista Crisis, días después del megaoperativo. En un hilo de Twitter se desnuda la genealogía de la relación entre violencia y propiedad privada. Empiezan hablando de una de las inmobiliarias que disputaban un pedazo de tierra, no para vivir, sino para hacer negocios, y cito «las tierras en disputa fueron adquiridas por El Bellaco SA durante el “Proceso de Reorganización Nacional”» y agregan que «el presidente de la empresa (se refieren a Julio César Emilio Pérez Pesado) hasta su muerte en 2013 fue funcionario de la dictadura».
Si alguien desconocía el primer informe, la misma revista se encarga de compartir el link en Twitter. Aclarado esto, prefirió hacer hincapié en «el fiscal que se sacó una selfie con la represión de fondo durante el desalojo del jueves» y «el poder político municipal de Presidente Perón, que desde el comienzo del conflicto pidió meter bala». ¿Todo por qué? O más bien ¿a pedido de quién? Y lo aclara «Bellaco quería desplegar un fastuoso emprendimiento inmobiliario, con barrios privados, clubes exclusivos, canchas de golf y lagunas artificiales, pero habían dejado de pagar los impuestos inmobiliarios en 2018 y registraba deudas ante (ARBA) por casi un millón de pesos».
Además del informe, me gustaría poner esto en contexto, ya que me parece clave. El megaoperativo ocurre el mismo día que se trata el presupuesto 2021 en la honorable Cámara de Diputados y recibe media sanción. Una semana más tarde, ya sabemos que la «reducción del gasto público» que propone Martín Guzmán, implica terminar con el Ingreso Familiar de Emergencia, bajo el supuesto de que no será necesario el año próximo año, aunque tengamos hoy un 40,9 % de pobreza. En cuanto al déficit habitacional, la construcción de viviendas tampoco es una prioridad frente a los pagos de la deuda con el FMI. La cual, cabe recordar, el gobierno prometió investigar, de hecho, Máximo Kirchner no solo denunció la fuga de capitales, sino que aseguró que el préstamo, que todos vamos a pagar, fue para financiar la campaña de Mauricio Macri. Sin embargo, no es esto lo más chocante, sino que se baje un 10% las partidas destinadas en salud, cuando todavía seguimos en pandemia.
Quizá es tiempo de decir que las tomas van a continuar, mientras la crisis se siga profundizando. El gobierno no dio una respuesta a la crisis habitacional, mandó a reprimir que es muy distinto. Y hay que estar atentos, porque hasta el mismo Andrés Larroque admite que hay otras 80 tomas en la Provincia de Buenos Aires
Aún así creo que lo de Guernica fue un punto de inflexión. Se acabaron los discursos.