MAXI Y DARÍO NOS PERMITIERON MARCHAR

POR SANTIAGO LECUNA, NOCHERO, DELEGADO DE LA LÍNEA A.

La película Juan Moreira termina con una escena mítica. Encerrado en una habitación y rodeado por la policía bonaerense un barbudo Rodolfo Beban, el actor que interpreta al gaucho, mira la claridad de la luz solar que entra por una ventanita. “Con este sol”, dice Beban. Como si, pese a tener la manzana rodeada, fuera una pena perderse un día tan lindo, como si pese a todo valiera la pena estar vivo. Moreira sale de la habitación a los tiros. Es una pelea desigual, épica. Siempre hay épica en una película de Favio. Y, finalmente, recibe una herida artera, por la espalda, que trunca la huida. Nada tiene que ver esta historia con lo que queremos recordar. O casi. Maxi y Darío, de 22 y 21 años, marcharon un 26 de julio del 2002 porque para ellos valía la pena vivir, porque para ellos era una pena perderse las cosas lindas de la vida. El camino que eligieron para tener esa vida digna fue el de la solidaridad. Por eso los recordamos

Maxi y Darío tenían un costado artístico que buscaron cultivar al igual que tantos pibes y pibas que formaban su banda de rock o que se hacían artesanos. Además, ellos sumaron una veta política. No podían ser ajenos a lo que ocurría al lado suyo. Esa inquietud social se plasmó en una militancia en los movimientos de desocupados. En lo que fue la Coordinadora Aníbal Verón. La jornada fatídica marcharon desde Avenida Mitre en Avellaneda hacia el Puente Pueyrredón que une Capital con Provincia. Reclamando aumento general de salarios y mejoras en los subsidios a los desempleados.

12 años de neoliberalismo

Eran tiempos económicos duros. En mayo de 2002 el 51,4 % de la población se encontraba por debajo de la línea de pobreza y la cantidad de indigentes aumentó en los primeros cinco meses de ese año un 42,5%. En el Gran Buenos Aires, se dio un aumento de 2500 pobres y 1625 indigentes por día, en el período entre mayo de 2000 y mayo de 2002. Los planes sociales nacieron como red de contención ante está catástrofe social. Paradójico que se culpe a las organizaciones populares de diversa matriz política por la existencia y crecimiento de los planes cuando son la consecuencia directa del credo neoliberal. Durante doce años de implementación de políticas económicas neoliberales, de Menem a De la Rúa, el programa económico fue el mismo. No por nada ambos presidentes compartieron ministro. Domingo Cavallo llevó a la práctica las creencias neoliberales. Se privatizaron empresas públicas, se pulverizó la industria nacional y se sancionó una reforma laboral. El resultado fue la expulsión de miles del sistema. La profundización de la desigualdad estructural. El paso del trabajo formal en relación de dependencia con una serie de derechos garantizados a una realidad fragmentada, desde cuentapropistas que no llegan fin de mes hasta indigentes que comen y duermen en la calle. Una sociedad más pobre, con menos y peores trabajos.

Con un nuevo intento neoliberal en marcha las herramientas son las mismas y los resultados también. La reciente sanción de la Ley Bases le permite a Milei privatizar empresas públicas y aplicar una vez más una reforma laboral que recorta derechos. Al mismo tiempo, rifa el patrimonio nacional a las empresas extranjeras a través del RIGI. Las consecuencias empiezan a verse. Según el coeficiente de Gini, índice usado mundialmente para medir la desigualdad, la brecha entre los que más y menos tienen aumentó abruptamente durante el gobierno de Milei. En el primer trimestre del 2023 los más altos ingresos ganaban 19 veces más que los más bajos. Hoy la diferencia pasó a ser de 23 veces.

Fue la policía, no la crisis

En un panorama con algunas similitudes y muchas diferencias marcharon Maxi y Darío. Apenas habían pasado siete meses de la irrupción popular que sacó a De la Rúa en helicóptero. Es decir, había pasado poco del fin del experimento. Pero como tantos que hoy salen a la calle, Maxi y Darío también lo hicieron hace 22 años. Su asesinato fue cruel. A sangre fría, casi fusilados. La policía debía disparar a 100 metros de distancia gas lacrimógeno. La pericia demostró que disparó a menos de 10 metros con plomo. Al otro día Clarín tituló “La crisis causó dos nuevos muertos” apuntando a un enfrentamiento interno entre piqueteros. Sin embargo la fake news iba a ser enterrada por el testimonio fotográfico que mostraba a los policías tirando.

Algo pasó. Las elecciones presidenciales se adelantaron. Ganó Néstor Kirchner con un exiguo 22%. No hubo balotaje porque Menem, en el último y miserable gesto político se su carrera, renunció. Kirchner obligó a que las fuerzas no estuvieran armadas durante las manifestaciones. No terminó con la violencia institucional pero ir a una marcha nunca fue una preocupación para una generación entera, lo que hoy puede adquirir dimensión por la amenaza represiva del Gobierno Nacional. Pero durante años marcharon todos (sindicatos, el campo, feministas, antivacunas) sin miedo. Y fue gracias a que antes otros marcharon sin miedo. Como Maxi y Dario. Los recordamos.

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