ESCALERA AL CIELO
“Si, hay dos caminos que puedes seguir, pero a la larga aun hay tiempo para cambiar el camino en el que estas;
recuerda, tu cabeza esta confundida y no aguantara; por si no lo sabes, el flautista te esta llamando a unirtele”…,
cantaba Robert Plant, y antes que las manos de Jimmy Page estremecieran en un solo la Gibson doble mastil, el
viejo empuño su 38, apoyo el caño en su sien y comenzo su caminata hacia una escalera, que en este caso no seria
al cielo, sino al infierno. Tal vez imagino que el diablo recibiria sus cinco libros editados, sus ensayos literarios o
sus delirantes poemas porque siempre dudo si seria lo correcto llevar su bagaje al cielo.
Como en la mayoria de “los caños en la cien” los ojos se cierran esperando que la bala haga su fugaz y final
recorrido, pero el viejo observaba su botella de Jack Daniels y penso: -esta casi llena, es un maldito desperdicio
que no me acompañe-. Dejo la 38 en la mesa, movio su maquina Olivetti a un costado y con delicadeza agarro la
botella, un vaso comprado en la “Feria de los Martes” y lo lleno hasta el limite donde la cordura se une
milagrosamente con la locura. Su lucidez corria, como los “pingos” en el hipodromo, cabeza a cabeza intentando
llegar primero al cerebro antes que su incipiente borrachera. Mientras bebia miraba su fiel 38 que descansaba
inerte junto a la vieja maquina de escribir.
De repente tres golpes en la puerta de su pieza de alquiler lo alertaron, la vejez no le habia quitado su vitalidad.
-¿Y ahora que?- penso.
El rechinar de la puerta abierta dejo ver a una increible mujer de enrulados cabellos cobrizos; el viejo la observo
detenidamente y recordo que en su vida jamas estuvo tan cerca de una mujer asi.
-¿Puedo pasar?- pregunto la mujer con tono intimista como si confesara su virginidad. El viejo escritor, sabio en
estos menesteres, la invito a pasar cerrando la puerta tras de si.
-Bien, el tema es asi -comenzo explicando la mujer-; imaginemos si tendrias que describir o mejor dicho escribir este
encuentro, seguramente detallarias mi aspecto y mi rostro, te detendrias halagando mis pechos y mi cola y supongo
que dada la situacion en la que nos encontramos insinuarias, como la mediocridad de algunos escritores de clase media,
nombrandome sutilmente como la muerte, es decir, todo encajaria porque estas a punto de volarte la tapa de los
sesos y en el momento preciso aparezco yo para llevarte al supuesto infierno del que vengo…en realidad este cliche
suena a una gran pelotudez pero lo increible de esto es que si soy la muerte; por tal motivo evitemos zambullirnos
en la obviedad, en la descripcion banal, en la insinuacion alegorica y, por sobre todas las cosas, no caer en la
ridicula sorpresa rebuscada en el inconsciente colectivo de los lectores.
El viejo muy confundido e incredulo se reia.
-¿Puedo?- pregunto la muerte señalando el Jack Daniels.
-Adelante, tenes un vaso en la alacena- dijo el viejo mirandola a los ojos.
-Te comento porque estoy aca- explicaba la muerte en tono casi burlon; vine para evitar que te mates de manera
pauperrima, mediocre, intracendente porque sino me equivoco nunca fuiste un escritor “del monton”, o sea, usar un
38 es algo vulgar, procaz, sin inventiva… ¿no pensaste en las ruedas planas del subterraneo? eso si seria
grandilocuente.
-Por favor!- contesto el viejo, eso no va conmigo, siempre fui una persona de perfil bajo, por ende quisiera tambien
ser un cadaver de perfil bajo, evitando las miradas morbosas y pateticas del argentino medio, es mas, no entregaria
mi vida a “las instalaciones” de una empresa privada de transporte porque seria tranzar con ideas derechistas y
aunque no lo creas sigo manteniendo mi dignidad.
-Bien, mi zurdito emblematico- respondio con sarcasmo la muerte y pregunto: -¿Y si tomas una buena dosis de
veneno?, pensa, no te ve nadie, sublime perfil bajo y evitarias el ruido escandaloso de un arma disparandose.
-¿Te pensas que el sufrimiento es uno de mis deseos?- pregunto el viejo; retorcerse de dolor, sentir que tus organos
estan al borde del colapso, darte cuenta que te estas muriendo; la verdad no es una idea proclive a mi forma de vida,
tiene que ser blanco o negro, no hay grises, no hay terminos medios; tiene que ser rapido, seco, de golpe certero,
sin fisuras ni titubeos y menos dar paso a un atizbo de tiempo para el arrepentimiento.
La muerte lo observaba. penso en ese momento que el viejo escritor seria un “hueso duro de roer”, su personalidad
y su talento en las letras seria un dificil desafio para la muerte evitar que se mate de una manera tan vulgar.
-Hay cientos de formas de suicidarse pero evidentemente no te convenceria ninguna de las que pueda proponerte- le
aclaraba la muerte; en realidad si yo fuera otro tipo de persona o tal vez me dedicaria a otra actividad segurisimo
estaria induciendote para que abandones esta desicion pero los suicidios no tiene retorno, es mas, podes invocar
al “flaco INRI” o al Señor del paraiso para que con talento y sudor resuciten a Freud o a Lacan y con buena dosis
de terapia intenten evitar tu deceso pero, pensandolo friamente, daria igual ya que tu desicion esta tomada,
por tal motivo es ahi donde comienza mi trabajo-.
El viejo sorprendido de semejante explicacion se acerco a la botella de whisky y disfruto de un sorbo largo a modo de
despedida.
-Entonces ¿que sugieres que haga? o mejor dicho ¿como sugieres que termine con mi vida?- pregunto el viejo.
La muerte, riendose a carcajadas, le propuso lo impensable, lo que jamas hubiera pasado por la mente creativa de
ese viejo escritor.
-Hagamos el amor- dijo la muerte; disfrutemos uno del otro, gocemos como nunca lo hubieramos imaginado…cojamos
sin saber lo que nos pasara.
Por primera vez, en su vasta trayectoria como escritor, el viejo se quedo sin palabras.
La muerte aparto la botella de whisky, coloco una pastillita en forma de corazon del color del cielo en la boca del
viejo y tomandolo de la mano lo guio hasta la cama.
El ritual no se hizo esperar. Los cuerpos desnudos se unian como dos estatuas vivientes recorriendose uno a otro.
La excitacion, los jadeos, las caricias eran interminables; la sensualidad y la vitalidad se amalgamaban en cada
movimiento. Si algun editor hubiera presenciado la escena, diria sin lugar a dudas: -“el maldito viejo esta garchando
con la muerte”-. Un poeta catalan dijo hace mucho: “amor no es literatura sino se puede escribir en la piel”… Y fue
literatura cuando llegaron al orgasmo.
La muerte se vistio, tomo entre sus manos la botella de Jack Daniels y se fue escaleras abajo. El viejo escritor, con
una sonrisa de goce y satisfaccion, miraba feliz la escalera hacia el cielo que acababa de recibir.
Pablo Dilauro