Cordobazo: antecendentes. Un año antes estallaba el Mayo Francés
Francia. Mayo de 1968. Obreros y estudiantes le dieron un gran susto al establishment y sacudieron las instituciones, parlamento, sindicatos e iglesia. Los medios hicieron lo imposible por mostrar que fue sólo una revuelta estudiantil y utópica, quitándole protagonismo a la clase obrera. Los hechos lo desmienten categóricamente.
El 3 de mayo los estudiantes de la Universidad de Nanterre, que acababa de ser clausurada, se trasladaron a la Sorbona. El presidente Charles de Gaulle envió a la policía a reprimir. Hubo 600 detenidos. Se levantaron barricadas. Dos semanas después diez millones de obreros se sumaban a la huelga general convocada por los sindicatos –que en un primer momento habían sido desbordados por sus bases– y provocaban una paralización sin precedentes en la Francia de la posguerra. La república gala temblaba. No funcionaban ni los trenes, ni las fábricas ni los aeropuertos. Prácticamente ningún coche circulaba en París. La televisión y la radio públicas participaban de la huelga. Y el mítico festival de cine de Cannes fue suspendido porque los directores retiraban sus películas de la competencia. Lo que comenzó con una queja de universitarios terminó como un ensayo de insurrección contra el autoritarismo y el imperialismo. La rebelión fue sofocada en junio, pero ya nada sería como era.
El Mayo Francés no cambió el sistema pero transformó ideas y valores morales. Los derechos civiles, el antinuclearismo, la revolución sexual, el antibelicismo fueron parte de los planteos. Las perspectivas libertarias se canalizaron posteriormente en el feminismo, la ecología y la lucha contra el racismo.
El mundo era un polvorín
En Estados Unidos los jóvenes hijos de la posguerra se rebelaban y protestaban contra la guerra de Vietnam.
Pero no sólo allí: en todo el mundo crecía el sentimiento anticolonialista y la consigna contra la guerra de Vietnam unificaba a los jóvenes, quienes veían al imperialismo, al capitalismo y a la potencia norteamericana como los responsables de las miserias y las desigualdades sociales. Las manifestaciones antiimperialistas se desarrollaron en 1967 también en México, Italia, Gran Bretaña y Alemania, donde un dirigente estudiantil había sido atacado. La intervención de Francia en Argelia sumaba repudios.
El origen
Las grandes manifestaciones, protestas y huelgas tuvieron lugar entre el 3 y el 30 de mayo, pero su origen está en las medidas autoritarias implementadas por el gobierno durante 1967 contra los trabajadores y los estudiantes.
El boom económico del capitalismo de la posguerra había terminado. El presidente de Francia, Charles de Gaulle, decretó la reforma de la seguridad social de los trabajadores e impuso medidas que dificultaban aún más el ingreso a la ya elitista universidad. Un grupo de estudiantes de la Facultad de Letras de Nanterre, en las afueras de París, dirigidos por Daniel Cohn-Bendit –conocido como Dany el Rojo– formó el Movimiento 22 de Marzo, convocó a la movilización y aprobó un programa de reformas educativas y de exigencias políticas radicales.
Cerrada su universidad y detenidos algunos de sus dirigentes, se trasladaron a la Sorbona, se enfrentaron a la policía en el Barrio Latino y pidieron ayuda a todos los sindicatos estudiantiles y obreros. Las protestas se multiplicaron. El centro de París se llenó de barricadas y en la noche del 10 de mayo la policía reprimió para intentar recuperar el control. Resultaron heridas más de mil personas, cuatrocientas de ellas graves.
El 13 de mayo, desbordando a las direcciones gremiales que habían hecho todo para evitar que confluyeran, una enorme movilización común de universitarios, secundarios y obreros reunió a un millón de franceses. Las reivindicaciones estudiantiles se eclipsaron y los sindicatos convocaron a partir del 17 a una huelga general indefinida que paralizó el país.
La gran huelga
Diez millones de trabajadores iniciaron la huelga más importante de su historia. Varias fábricas fueron tomadas espontáneamente por sus trabajadores, sin el acuerdo de los sindicatos, por reivindicaciones que excedían ampliamente los reclamos gremiales. Sus consignas “Con diez años, ya basta”, “Las fábricas a los obreros”, “Poder obrero”, “El poder a los trabajadores”, “Primero la vida”, entre otras, y las banderas rojas flameando así lo atestiguaron. Y finalmente, cuando las centrales sindicales que habían sido desbordadas por las bases firmaron los acuerdos de Grenelle, que establecían un aumento salarial, la reducción de la jornada de trabajo y otras concesiones, los obreros de las fábricas Renault y Citroën los rechazaron y abuchearon en la asamblea a los burócratas firmantes.
El mundo miraba asombrado. Hacía sólo unos meses el diario Le Monde había publicado un artículo de opinión de Pierre Viansson-Ponté titulado “Cuando Francia se aburre”, donde describía la abulia de la sociedad francesa de la época, plácida y ordenada bajo la mirada severa del general De Gaulle y ajena a las “grandes convulsiones que agitan el mundo”.
El final
Para el historiador inglés Eric Hobsbawm los obreros franceses estuvieron a punto de derrocar al gobierno. No lo lograron y el presidente De Gaulle el 27 de mayo pactó con los sindicatos para aislar a los estudiantes. La Confederación General de Trabajadores, dirigida por el PC, aceptó un aumento salarial del 35%, reducciones sustanciales de la jornada laboral y garantías de empleo y jubilación. Con el acuerdo firmado y el desalojo por la fuerza de las fábricas tomadas que lo resistían, la revuelta fue extinguiéndose.
Jean-Paul Sartre atribuyó este desenlace a la ausencia de una dirección política y teórica: “Le faltó un partido capaz de asumir enteramente al movimiento y sus potencialidades”. Sin embargo, “lo importante es que haya ocurrido cuando todo el mundo lo creía impensable, y si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir”, señaló.