A 20 AÑOS DEL NO AL ALCA: PENSAR EL PASADO PARA CONSTRUIR NUESTRO FUTURO
POR ENRIQUE ROSITTO, TRABAJADOR DEL PREMETRO Y SEC. DE COMUNICACIÓN DE LA CTA-T NACIONAL.
En noviembre de 2005, en Mar del Plata, la historia latinoamericana dio un giro decisivo. Mientras en el lujoso hotel donde sesionaban los presidentes se discutía el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), miles de trabajadoras y trabajadores, movimientos sociales y organizaciones sindicales protagonizaban la Cumbre de los Pueblos para decir no a un proyecto que pretendía subordinar definitivamente la región a los intereses de Estados Unidos.
El rechazo al ALCA no nació de un día para otro. Su génesis se remonta a la Cumbre de Quebec de 2001, donde por primera vez un jefe de Estado, Hugo Chávez, se negó a firmar el acuerdo de libre comercio impulsado por el gobierno estadounidense. Aquella disidencia solitaria abrió el camino para una articulación política y social que, cuatro años después, encontraría en Mar del Plata su punto de madurez: el encuentro entre los gobiernos populares emergentes de la región y la movilización de los pueblos organizados.

Ese 5 de noviembre de 2005, Néstor Kirchner sintetizó ese espíritu al afirmar:
“Queremos una integración que nos incluya a todos, no venimos a firmar un acuerdo que condene a nuestros pueblos al atraso y la desigualdad. No se trata de abrir indiscriminadamente los mercados, sino de construir un desarrollo equitativo, con justicia social, con educación, con trabajo y con industria nacional. Queremos ser parte del mundo, pero no de cualquier modo: queremos ser parte desde la dignidad y la soberanía. No creemos en un mundo de ganadores y perdedores, sino en un continente unido, que avance con autonomía y cooperación”.
El mismo día, el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva subrayó la necesidad de una autonomía regional frente a los poderes económicos globales:
“Queremos comerciar, sí, pero con dignidad, con reglas justas. No queremos ser un continente subordinado, ni una reserva de recursos naturales ni de mano de obra barata. Nuestra integración tiene que basarse en el respeto y en la igualdad. Lo que está en juego no es solo un acuerdo económico, sino el tipo de desarrollo que queremos para nuestros pueblos. Queremos ser socios, no vasallos”.
En el estadio mundialista, ante una multitud que lo aclamaba, Diego Maradona expresó con la pasión que lo caracterizaba:
“Estoy con los pueblos que dicen no al ALCA, no a Bush y sí a una América Latina unida. Vinimos a gritar que no queremos que nos sigan manejando desde afuera. América Latina tiene que ser de los latinoamericanos, no de los que vienen a llevarse todo y dejarnos hambre y miseria. Bush dice que viene por la paz, pero trae guerra y hambre. Nosotros decimos no, por nuestros hijos, por los que lucharon antes que nosotros, por la dignidad de nuestro pueblo”.

En ese mismo escenario, Hugo Chávez, presidente de la república Bolivariana de Venezuela cerró su discurso con una frase que quedó grabada en la memoria colectiva y que condensó la épica latinoamericana del momento:
“Aquí estamos de pie, en Mar del Plata, diciendo al imperio norteamericano: ALCA, ALCA… al carajo. Vinimos a decir que otro mundo es posible, que otro camino es necesario. La alternativa se llama integración, se llama dignidad, se llama soberanía, se llama pueblo. Estamos aquí con los pueblos del sur para construir un modelo nuestro, latinoamericano y caribeño. No queremos imposiciones ni recetas del Fondo Monetario, queremos libertad, justicia y felicidad para nuestros pueblos”.
Desde la mirada del movimiento obrero argentino, la contracumbre fue también una reafirmación de soberanía productiva y social. Las centrales sindicales, junto a las organizaciones de base, comprendieron que la disputa por el modelo económico no era abstracta: se trataba de defender el trabajo nacional, la industria, la ciencia y los servicios públicos frente al desguace privatizador. La conciencia de clase se expresó de manera continental: sin soberanía económica no hay justicia social. La consigna “Patria sí, colonia no” volvió a resonar con la fuerza de los años fundacionales del movimiento obrero argentino, sintetizando el espíritu de unidad entre pueblos y gobiernos.
Mar del Plata fue más que una cumbre: fue un punto de inflexión en la historia reciente de América Latina. La derrota del ALCA abrió paso a nuevas formas de integración como UNASUR, el ALBA y la CELAC, y mostró que, cuando los pueblos se organizan, ningún tratado puede imponerse por sobre la voluntad popular. Fue el triunfo de una diplomacia de los pueblos, donde las calles, las plazas y los sindicatos fueron tan decisivos como los discursos presidenciales.
A veinte años de aquella jornada, el “No al ALCA” se mantiene como una de las expresiones más claras de soberanía regional. Representó una victoria política y cultural frente a la lógica del libre comercio absoluto y de la subordinación financiera. Fue la afirmación de que la unidad latinoamericana no es una consigna retórica sino una necesidad histórica: sin cooperación entre los pueblos, no hay independencia posible.

Hoy, reflexionar sobre ese momento implica también reconocer la vigencia de sus desafíos. Las presiones de los grandes capitales, las tensiones geopolíticas y las crisis económicas continúan poniendo a prueba la capacidad de la región para sostener un proyecto propio. Pero el legado de Mar del Plata sigue latiendo en la memoria colectiva: el pueblo movilizado puede torcer el rumbo de la historia.
La lección de 2005 sigue vigente: la soberanía se construye con trabajo, con unidad y con memoria. Porque, como lo demostraron los pueblos de América Latina hace veinte años, no hay destino común sin justicia social, y no hay justicia social sin independencia política y económica.
Para quienes deseen profundizar en los debates, documentos y testimonios de aquella etapa histórica, pueden consultar los siguientes materiales:
- Discurso de Hugo Chávez en el Estadio Mundialista de Mar del Plata (Telesur).
- Declaraciones de Diego Maradona en el acto de la Cumbre de los Pueblos (Archivo TV Pública).
- Informes de las centrales sindicales argentinas (CTA y CGT) sobre la participación obrera en la Cumbre de los Pueblos 2005.
- Bibliografía complementaria: Atilio Boron, El ALCA y las estrategias de dominación imperial; Emir Sader, Refundar el Estado; compilaciones académicas de CLACSO sobre integración latinoamericana.
