LOS LOBOS SUELTOS DEL PODER REAL

POR GABRIEL POLESE, ARTISTA PLÁSTICO, SEC. NACIONAL UNAV.

La segunda etapa del poder dominante. Coerción institucional. Lo marginal como brazo ejecutor de las hegemonías empresariales.

Han pasado muchísimos años de la teoría del consenso hegemónico como método propagandístico funcional a los grandes intereses capitales del mundo quienes han sabido ejecutar en distintas etapas de nuestra historia la aceptación del poder real (representada en la clase dominante) sobre las clases trabajadoras, y los sectores más vulnerados de la sociedad disfrazando sus discursos de esperanza progresista en el objetivo tangible de inducir en el tiempo el liberalismo conservador o neoliberalismo totalitario.

La sumisión, el conformismo, la quietud y la meritocracia vienen tomando protagonismo en las bases obreras e incluso hasta en la indigencia, logrando de este modo perverso desgastar la moral peronista y revolucionaria y transformarla en sectores dominados donde la concepción del fin de las ideas, el sálvese quien pueda y el valor de lo estético sobre la ética de la dignidad existencial se impone a grandes pasos.

Son métodos también del sistema del consenso hegemónico la estructuras comunicacionales de distracción fundada en la hiper conectividad (por supuesto, operadas por unos pocos mercenarios de la comunicación) y el consumo desmedido de los recursos que la tierra nos brinda. Recursos que en nuestra Patria sobran y por los que seguramente estarán operando para poder apropiarse debido al deterioro del sistema en el viejo continente y a la falta de tales recursos en el marco de una disputa por el poder mundial que comienza a dejar de ser unilateral para convertirse en bilateral entre los bloques de Occidente (EE.UU y Europa) y Oriente (Rusia, China, india, Norcorea, Irán).

Es necesario poner en valor la historia de nuestra clase que ha sabido despertar y reconoció la embestida de las hegemonías con una lucidez indiscutible, muchas veces, y lamentablemente hasta derramando la sagrada sangre de su propia clase.

Fue en tales actos de sublevación que las hegemonías del consenso comenzaron a resquebrajarse necesitando de la coerción en los fusibles dictatoriales cívicos militares y muchas veces eclesiásticos, las torturas, la persecución, las desapariciones, las proscripciones, y el exterminio para sostener sus putrefactos intereses personales, la fuerza física para erradicar todo tipo de sublevación y lucha. Por supuesto que don Antonio Gramsci lo explica mucho mejor que éste humilde laburante (Sobre el poder dominante, consenso y coerción).

¿Qué se detecta de estos tiempos turbulentos en nuestra América?

La violencia, una violencia que es física, la cual ha quedado demostrado en el intento de magnicidio de una de las más grandes dirigentes políticas de nuestra historia y de la historia del mundo, una violencia que no necesita golpear las puertas de los cuarteles, como en los viejos tiempos, (aunque ojo, es interesante también preguntarse quienes son los viejos cuarteles de ayer, o más bien quienes serían los brazos ejecutores de la coerción hegemónica hoy) simplemente buscan persuadir, induciendo el odio en toda su plenitud, no sólo a través de los discursivo, también desde lo simbólico y desde la materialidad de los hechos que escalan cada vez con mayor violencia logrando así que se ejecute el hecho de la coerción en manos marginales (por ahora) cuya situación de clase se asemeja mucho más a las clases dominadas que a las dominantes.

Atentado a CFK en la puerta de su domicilio.

Será entonces que entramos en una segunda y novedosa etapa sobre la acción concreta de las hegemonías y del poder real que activan el hecho de la coerción, de la violencia física, desde el consenso inducido a través de la manipulación de la palabra, el fomento del odio e instigación a cualquier tipo de acción violencia e incluso sobrepasando todo límite al alentar e instigar a la mismísima muerte del pensamiento crítico fundado en un método de psicología conductista de la cual emanan estímulos reiterados generados por la enorme maquinaria de persuasión con la cual logran una respuesta observable medible y manipulable lista para ejecutar sus nefastas tropelías en el momento preciso.

La pregunta aquí es cómo el estado de derecho en una seudo democracia regula el ejercicio de consenso y coerción de las hegemonías de poder real en nuestro país. Pues acaso: ¿El Estado representante del pueblo elegido en las urnas de la democracia no tiene la potestad de tomar decisiones sobre tales situaciones?

Se puede permitir el atropello moral de mentir, acusar y de usar las instituciones del estado cómo lo es el Poder Judicial para erradicar la pluralidad del pensamiento democrático, la igualdad de posibilidades, la justicia social y la necesidad de democratizar la palabra? ¿Acaso no existe ninguna herramienta constitucional para concluir con semejante atrocidad en la que vivimos?

Estamos ante una situación de coerción institucional, son las fuerzas físicas de los instrumentos del Estado quienes atentan la democracia y ejercen la violencia hacia un pueblo que ha sido manipulado desde el consenso durante muchísimos años.

¿Qué nos queda entonces en el marco de esta lucha contra hegemónica?, ¿cuál es el mecanismo para recuperar la voluntad y la conciencia de la clase trabajadora en función de sus propios intereses?

Podemos decir, entonces, que nos encontramos en un punto de inflexión de la historia argentina y de nuestra América toda donde el enemigo ha mostrado sus cartas. Dependerá de nosotros como pueblo organizado dar tales discusiones para salir por arriba de la coyuntura que nos interpela. O en su defecto terminar de rodillas a los intereses de un imperio genocida que opera en todo el mundo y desde siempre doblegando la voluntad de los pueblos libres de nuestra América.

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