EL MARTIRIO DE INACAYAL: UNA HISTORIA DE LA CRUELDAD

POR ALEJANDRO COLLI, DELEGADO DE UTE Y PROFESOR DE HISTORIA.

En el año 1879, cuando el Longko tehuelche Inacayal recibía en Tecka (Chubut) al Perito Francisco Pascasio Moreno, es probable que no imaginara terminar sus días prisionero y exhibido en el Museo de La Plata. O quizás sí, a fin de cuentas ese año que Moreno emprendió la quinta expedición a la Patagonia, ya se había iniciado la “Conquista del Desierto”, la empresa masacradora de indios que ensanchaba la “soberanía del Estado argentino” sobre aquellos territorios en manos de Pampas, Mapuches, Ranqueles y Tehuelches.

Si bien Inacayal junto a Sayhueque, el “Señor del País de las Manzanas”, habían mantenido relaciones “diplomáticas” con el gobierno argentino y no formaron parte de las luchas emprendida por Cafulcurá (derrotado en San Carlos de Bolívar en 1872), el avance del ejército a esta altura, hacía suponer que sólo reconocería la diplomacia del fuego de las “Remington”.

Sin embargo, en esa primavera de 1879, para este cacique aún no se habían agotado las instancias de un posible entendimiento:  ¿Será por eso que cuando Moreno llegó a las tolderías de Inacayal en Tecka, flameaba la bandera argentina?
 
EL DERROTADO: DE PRISIONERO DE “GUERRA” A RECLUSO DE LA “CIENCIA”
 
Tiempo después, ya entrado el año 1884, las resistencias indígenas que quedaban se encontraban arrinconadas por el ejército. Los caciques Sayhueque, Inacayal y Foyel se reúnen en parlamento para intentar una última defensa donde sostienen el juramento de pelear hasta morir.

Finalmente, en octubre de ese mismo año, el grupo encabezado por Inacayal y Foyel es derrotado y todos ellos sometidos a la condición de prisioneros.

Por esos días, en la prensa gráfica de la Capital, podían encontrarse anuncios donde se ofrecían niños y mujeres indígenas como servidumbre a distintas familias porteñas. Mientras tanto los hombres, entre ellos Inacayal, eran enviados a la isla Martín García a picar adoquines para las calles de las ciudades. Pero la reducción a la servidumbre sólo era una instancia que no completaba la escena del destino del Longko.

En 1886, el Perito Moreno, su antiguo “amigo”, gestionó que Inacayal  y su grupo familiar fueran trasladados al recientemente inaugurado Museo de La Plata: El prisionero de “guerra” daba paso al recluso de la “ciencia”.

Perito Francisco Pascasio Moreno.

Exhibido como parte de los últimos representantes de las “razas inferiores”, durante el día era un retrato viviente de la derrota de la barbarie. Inacayal y su familia formaban parte junto a cráneos, esqueletos, cerebros y cueros cabelludos, de los centenares de “piezas” con las que ya contaba el reluciente Museo y a las que tanto había aportado de su colección personal el Perito.

Por las noches, los cautivos por el avance de la “civilización” y la “ciencia”, eran encerrados y encadenados en los oscuros sótanos del Museo.
 
LA MUERTE EN LA VITRINA
 
Inacayal murió en el Museo. La fecha y causa de su muerte aún se encuentran bajo el interrogante de la duda. Según la versión oficial del Museo, ocurrió el 24 de septiembre de 1888 y su muerte fue decorada con una narrativa mítica: “Un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el majestuoso propileo de aquel edificio (…), sostenido por dos indios, apareció Inacayal allá arriba, en la escalera monumental; se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el sur; habló palabras desconocidas y, en el crepúsculo, la sombra agobiada de ese viejo señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo. Esa misma noche, Inacayal moría, quizás contento de que el vencedor le hubiese permitido saludar al sol de su patria”[1]
 
Sin embargo, el diario La Capital de la Plata, había denunciado el 27 de septiembre de 1887 que Inacayal había muerto el día anterior y formaba parte de una seguidilla de extrañas muertes de su familia en el transcurso de ese mes en el Museo.[2]
 
Sus restos no fueron enterrados, como tampoco lo fueron los de su mujer y los de su sobrina, Margarita Foyel.  Moreno, en su descargo ante la denuncia del diario, afirmó: “lo hice dado el interés escepcional (sic) que para la ciencia antropológica tendrían estas disecciones, por tratarse de los últimos representantes de razas que se estinguen (sic)”.

Descarnado, sus huesos, cerebro, cuero cabelludo y su máscara vaciada en yeso se convirtieron en piezas de estudio del Museo y fueron exhibidos en sus vitrinas hasta el año 1940 .

Margarita Foyel tuvo que tener más paciencia: hasta el año 2006, quien recorriera la Sala de antropología biológica del Museo, podría contemplarla en sus vitrinas.

La restitución de los restos del Cacique Inacayal a la comunidad Tehuelche-Mapuche en Tecka, recién se completó en el 2014.
 
Hasta el día de hoy no se sabe con exactitud cuántos “exponentes” de los pueblos originarios fueron cautivos en el Museo bajo la dirección del Perito Moreno. Se calcula que fueron, aproximadamente, entre doce y veinte personas.

Pero lo que sí hoy podemos tratar de interpretar, es que ese modelo racista positivista, que buscaba justificarse en lo biológico y en la construcción de un relato como base material y simbólica de su doctrina, consolidó una Cultura del Racismo que aún sigue vigente en el siglo XXI.

Es por esto que la derrota “militar” del indio representante de la “barbarie” debía ser acompañada con su exhibición obscena en las galerías del Museo, como “soporte científico” que justificara el control territorial del Estado y el origen de la concentración de la riqueza en Argentina a partir del sometimiento y el despojo de tierras y ganado cimarrón de indios y de gauchos.
 
Fuentes:
 
Karina Oldani, Miguel Añon Suarez y Fernando Miguel Pepe, «Las muertes invisibilizadas del Museo de La Plata»,  Vol 1, No 1 | 2011, Publicado el 30 junio 2011.
Fanon, Franz; Racismo y Cultura. París, 1956.
lapulseada.com.ar

[1] Relato del naturalista italiano, Clemente Onelli, sobre la muerte de Inacayal.

[2] “Denuncia gravísima ” nota del diario LA CAPITAL de La Plata del 27 de septiembre de 1887.

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