CRÓNICA DE LA VISITA AL PRESO POLÍTICO DANIEL RUIZ
Por Kike Ferrari, trabajador de línea B
Nos encontramos a las 11 y media de la mañana. El penal de Marcos Paz (Centro Penitenciario Número II) está a 87 kilómetros y ninguno había ido antes en auto. Íbamos dos compañeros del PSTU, el partido en el que Daniel milita, Ximena, una compañera de ATE militante de Democracia Socialista, y, del subte, Walter de la línea E y yo.
En el ingreso nos pidieron documentos y nos indicaron donde podíamos dejar el coche. Y uno de los guardias se permitió la primera provocación.
–A ver, ¿quién es el metalero? –dijo. Yo tenía una remera de Mötorhead. – ¿Cuánto dura As de espadas?
– Tres minutos cero cinco –respondí con seguridad y sin tener la menor idea. Entramos.
La canción, lo chequee después, dura 3:47. Pero ellos tampoco lo sabían.
Estacionamos y fuimos a ingreso. Nos hicieron esperar todavía veinte minutos. Cotejaron documentos y nombres (sería la segunda de seis o siete veces, aunque la Liga por los Derechos del Hombre les había mandado nuestros datos hacía más de una semana) y nos mandaron a la siguiente posta de ese fordismo carcelario.
La requisa no fue exhaustiva, no nos palparon ni revisaron la ropa, pero si fue caprichosa. Otra cucharada de demostración de poder y provocación: nos dejaron pasar los diarios pero no el periódico que del PSTU, sí unos libros con dedicatorias manuscritas pero no una carta (que igual abrieron), de un paquete revisaron las galletitas una por una, el otro pasó cerrado. Y así.
Sorteado ese escollo caminamos hasta donde íbamos a encontrarnos con Daniel. La oficial del servicio penitenciario que nos acompañó nos contó que, sin estar colapsado, el penal estaba sobrepoblado.
Después de otra comprobación de datos nos sentamos en una habitación, en notorio estado de abandono, a esperar a Daniel. Llegó, sonriente, quince minutos después, y nos preguntó si habiamos esperado mucho.
Las siguientes dos horas fueron de aprendizaje. Daniel nos contó las incongruencias de la causa, las mentiras que dice el fiscal García Ellorío y que los medios replican y magnifican y la molestia de estar preso aunque no corresponda. Pero más tiempo dedicó a contarnos como en una tarea casi involuntaria, de reflejo de tantos años de activismo político y sindical, pacientemente organizó primero a su mesa, luego a la de al lado y de a poco cambiaron las relaciones interpersonales entre los detenidos de su pabellón.
–Un pabellón picante –dijo con una sonrisa.
“Acá entramos solos y salimos solos”, reza un viejo dicho tumbero. Los cincuenta internos de ese pabellón ahora saben que no. Que uno entra arrastrando compañeros, amigos, familiares y sale para ellos, con ellos, pero también con los nuevos lazos de camaradería que se construyen también ahí adentro. Nos dio ejemplos y vimos la emoción inundarle los ojos.
Nos habló también de distintas luchas en las que le tocó estar allá en el sur, con los petroleros de Comodoro, con los dragoneros, en la pueblada del 2004.
–Soy un agradecido por haber tenido la posibilidad de estar en tantas huelgas, en tantas luchas. Pero –nos dijo, ahora serio y con los ojos brillantes –cambio todo, escuchenme ben, todo, por viivir los hechos de diciembre. Porque si estos no pudieron arrasar a la clase trabajadora de todo el país due porque esos dos días les paramos los pies.
Por supuesto hablamos de fútbol, de la emoción que fue saber que una bandera piidiendo por su libertad estuvo en las tribunas de su amado River Plate, nos contó cómo vivió la final de la Libertadores, preso y por la radio.
También hubo tiempo para saber que seguía nuestros conflictos. Estaba informado de lo sucedido en la E, por ejemplo.
–No tiene que apurarse. Y tienen que ganar al pasajero, que también es un trabajador, –dijo –que es la forma de no quedar aisalados.
Cerca de las seis nos vinieron a decir que la visita había terminado. Nos despedimos con abrazos. Daniel nos agradeció y nosotros supimos que nos íbamos de ahí llevándonos más de lo que habíamos traído. Nos dio, en ese momento, esta carta, para todos los trabajadores del subte.
Daniel es un ejemplo de convicción, conciencia y sensibilidad de la clase obrera. Esperemos poder recibirlo pronto en nuestro sindicato o en los cuartos de cualquiera de las lineas para compartir experiencias Para seguir en la lucha.